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¿Cómo abordar los conflictos en la pareja desde la madurez emocional?

Por Corina Valdano

3 de agosto de 2019

Discutir no es lo mismo que vivir peleando

Muchas parejas se separan no porque discuten sino por la manera en que discuten, las formas, los modos, son muy agresivos y dejan heridas en la relación difíciles de sanar. En una pareja “real” la discusión forma parte de un intercambio de ideas y de la necesidad de llegar a acuerdos entre dos personas distintas que deciden transitar juntas la vida. Una pareja que ya ni siquiera discute está en graves problemas porque ha caído en la indiferencia, en la apatía y en el desinterés.

En este artículo te comparto algunas patrones básicos de comportamiento para que tengas en cuenta al momento de afrontar un conflicto con tu pareja:

1- No discutas cuando el pico de la ira esté muy alto.

La ira bloquea tu parte cerebral racional y no te deja pensar con sensatez. Siempre que te sientas en “ebullición” procura calmarte, apaciguar las emociones exaltadas, esperar a que la marea esté baja y luego sí retoma el tema que te molesta y que necesitas hablar con determinación y convicción. La mayoría de las veces los argumentos que sostenidos son absolutamente válidos pero la forma de discutir nos resta toda autoridad al manejarnos de manera inmadura e infantil. Si queremos que nos tomen en serio, es necesario posicionarnos como personas que saben cabalgar sus emociones sin desbocarse en el intento.

2- No des por sentando que eres la dueña o el dueño de la verdad.

Escucha el doble de lo que hablas. Sostiene la duda, entendida como prudencia, para dar lugar a reflexionar acerca de lo que del otro lado se expresa. Cuando nos posicionamos como dueños absolutos de la verdad, dejamos de escuchar buscando solo tener razón, en lugar de sembrar paz en el intento de llegar a una solución.

3- Expresa lo que sientes, no lo que piensas.

Procura hablar de cómo la situación te hace sentir más que sostener rígidos pensamientos y creencias que llevan a juzgar y a criticar y hacen que del otro lado se levante una defensa y una coraza de protección. Nadie puede negarte lo que sientes, pero sí pueden desacreditar lo que piensas como una forma de errada de concluir acerca de una situación determinada.

4- Habla con plena honestidad, sin caer en la agresividad.

Es posible ser auténticos sin por eso ser hirientes y agresivos. La típica frase: “Te voy a ser sincero/a…”, concluye las más de las veces en afirmaciones violentas o belicosas. Puedes hablar con autenticidad eligiendo tus palabras para no dañar. Cuando se trata de discutir temas sensibles, la espontaneidad se confunde con impulsividad. Por eso trata de organizar primero en tu mente lo que quieres poner en palabras y luego habla lo que necesitas hablar con sinceridad, sin caer en el “sincericidio”. Cuando ser franco es dar golpes bajos, procura no dar datos que no suman.

5- No sigas la conversación si se desvirtuó.

Si la discusión subió temperatura, y el conflicto y el maltrato se filtraron, es mejor hacer una pausa, no seguir conversando y retomar cuando ambas partes se tranquilicen. En psicología se utiliza el término “tiempo fuera”, que ayuda a descomprimir lo comprimido. Salir a dar un paseo, despejarte, cambiar de ambiente, sacar de enfrente el estímulo o la persona que alimenta tu ira, te ayuda a bajar decibeles. Además, el movimiento libera endorfinas que ayudan a pensar mejor y a aclarar las ideas.

6- Adjudícate primero tu parte de responsabilidad.

Tendemos a justificar nuestras reacciones debido a los actos de otros. “Actuó así porque vos…”, como si los demás tuviesen el poder de dominar nuestro comportamiento y nuestra voluntad. La madurez emocional demanda primero analizar y luego exponer nuestra parte de responsabilidad en sostener determinada situación. Poner la culpa en otro es en principio lo más sencillo pero a la larga agrava el problema. Asumir “responsabilidad” es “responder con habilidad” ante cualquier situación que la vida nos presenta.

La dicotomía verdugo / víctima no aplica en una relación de pareja. Para que haya discordancia y pelea, se necesitan dos.

7- No interrumpas. Respeta lo que la otra persona tiene para decir aunque no estés de acuerdo con lo que escuchas.

Respetar los turnos para hablar sin pisarse ni retrucar es fundamental para sentirse escuchado/a. Desautorizar al otro mientras habla genera violencia y aumenta la necesidad de demostrar que uno está en lo cierto y el otro está equivocado.

La interrupción irrita, fastidia, mal predispone, y pone sobre la mesa nuestra necesidad de dominar e imponer nuestra voluntad.

8- Orienta tus intervenciones hacia las soluciones.

Asume una actitud constructiva, tratando de buscar soluciones y salidas. Si el foco está puesto en “ganar la batalla” en lugar de procurar cultivar la paz, la discusión será inagotable y desgastará la relación. Ambas partes sentirán que no llegaron a nada concreto y tendrán la sensación de que la discusión fue en vano. Solo una descarga de ira acumulada que no condujo a nada beneficioso ni provechoso.

9- Por el momento, viajar al pasado para deshacer lo hecho, no es posible.

Querer cobrarse lo injusto del pasado o pasar lista de las cuentas pendientes, no aporta ni construye nada en el presente. Esto no quiere decir que el olvido “barnice” lo que uno todavía siente, como si nada hubiese pasado. Si algo del presente recuerda el pasado es porque hay cuestiones delicadas que no sanaron. Lo importante es poder retomar las heridas desde la actualidad para curar lo que quedo lesionado en lugar de pretender volver el tiempo atrás y reprochar. Intentar cobrarse deudas del pasado sitúa al moroso en situación de impotencia y al que reclama en situación de poder. “Sacar los trapitos al sol” es muchas veces una manera de establecer una defensa, idear un contraataque o no asumir responsabilidad sobre lo que acontece en la actualidad.

Evolucionar en Pareja

La pareja es una empresa delicada de sobrellevar, pero a la vez nos da una enorme posibilidad de evolucionar nuestras partes menos crecidas y madurar lo que aun está muy verde en cada uno de nosotros. Estar solos es más fácil porque no hay quien nos contradiga y las decisiones son unilaterales. Sin embargo, la pareja, la familia, es un capital afectivo por el que vale la pena apostar en una sociedad que se orienta tanto al individualismo. Apostar no es insistir de más, sostener lo insostenible ni perder la dignidad “en nombre de” un valor que está en números rojos o en bancarrota. Pero si todavía hay agua en la cual remar, si lo que falla es la comunicación y si hay buena predisposición… es bueno no tirar la toalla como primera salida o conducta impulsiva.

Estando en pareja, todos tenemos que alguna vez perdonar y ser perdonados.

Todos alguna vez fallamos, ya sea por ignorancia, por metida de pata o por un rapto de inconsciencia en donde no evaluamos las consecuencias. Por eso la tolerancia y la comprensión sin caer en la indulgencia eterna es necesaria para seguir andando de a dos.

Todos merecemos una oportunidad para reparar el daño y decir lo siento con la firme convicción de no volver a caer en la misma equivocación.

Ir elevando el nivel de consciencia de la pareja como un sistema en contínua evolución, nos brinda la posibilidad de ofrecer respuestas cada vez más inteligentes ante los problemas que siempre van a estar presente en una pareja real, sincera y que sabe ser auténtica. La cuestión no es no discutir sino aprender a no pelear cuando se discute y procurar no herir a la persona que amamos con golpes bajos, indiferencias u omisiones que son igual de agresivas que las acciones impulsivas, más silenciosas pero no por eso menos dolorosas.

Por último, procuren hacer su aporte, poner su moneda en la alcancía de la relación de pareja sin estar sacando cuentas finas de quien da menos y de quien da más. Al fin y al cabo, si alguna vez la relación se termina, no es lo mismo irse con la tranquilidad de haber dado lo mejor de sí que quedarse con la duda de cómo hubiese sido si hubiera dado lo mejor de mí.