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¿Qué valor le das a tu tiempo?

Por Corina Valdano

5 de noviembre de 2018

El recurso no renovable, el tiempo

Si hay algo que no se compra, que no vuelve atrás, que no se estira, ni se multiplica es el tiempo del cual gozamos en esta vida. Solemos decir que el tiempo es oro pero en realidad el tiempo es mucho más valioso que un metal precioso: “el tiempo es vida” y cada milisegundo es una fracción de nuestra finita existencia.

A veces no nos damos cuenta del valor que tiene el tiempo… lo malgastamos en banalidades, en hacernos mala sangre, en rutinas sinsentido, en renegar más de la cuenta. Perdemos de vista que la forma que tomará nuestra vida, es la decisión que tomamos respecto del uso que hacemos del preciado tiempo que tenemos.

Si observamos más minuciosamente cada fragmento de que se compone el tiempo podemos tomarnos más en serio el valor que tiene en nuestro acontecer cotidiano:

Para tomar consciencia del valor de un año, debemos preguntarle a un estudiante que ha fallado en su examen.

Para tomar consciencia del valor de un mes, debemos preguntarle a una madre que acaba de dar a luz a un prematuro bebé.

Para tomar consciencia del valor de una semana, debemos preguntarle a quien aguarda los resultados de un diagnóstico importante.

Para tomar consciencia del valor de una hora, debemos preguntarle a quien espera que termine una intervención quirúrgica.

Para tomar consciencia del valor de un minuto, debemos preguntarle a una persona que acaba de perder su tren.

Para tomar consciencia del valor de un segundo, debemos preguntarle a quien acaba de maniobrar y salvado su vida de casualidad.

Para tomar consciencia del valor de un milisegundo, debemos preguntarle a un atleta que intenta superar un record mundial.

¿El tiempo vuela o somos nosotros los que no pisamos tierra?

En la cultura acelerada en la que vivimos hay mucha gente ocupada, pero pocas personas que invierten su tiempo de forma adecuada. Hacer un buen uso de nuestro tiempo no tiene que ver con vigilar el reloj a cada momento o terminar cuanto antes una tarea u obligación.

Lo verdaderamente importante en la administración de nuestro tiempo es que nuestras actividades diarias estén alineadas a alimentar nuestros sueños y los valores que más nos importan.​

La sensación de perder el tiempo se experimenta cuando tomamos consciencia de que lo que hacemos nos enajena, que no nos aporta real satisfacción o no está encaminado en ninguna dirección. En cambio, las personas que dedican su tiempo a hacer algo valioso con sus vidas para sí mismos y para los demás, sienten que invierten su tiempo. La sensación es de ganancia y no de pérdida porque hay un sentido que todo lo abarca y lo retroalimenta.

A veces nos alertamos y exclamamos con asombro ¡El tiempo pasa demasiado rápido! Si ésta es tu frase de cabecera, es bueno que sepas a tiempo, que el tiempo no nos espera para hacer todo aquello que nos prometemos hacer, cuando dispongamos de más tiempo.

Tener tiempo más adelante es una mentira que nos contamos para no sentirnos tan mal por vivir a las corridas postergando lo que nos da felicidad.

"Lo haré más adelante...", es una fábula inventada por la omnipotencia humana de sentir que tenemos el control absoluto de todo lo que pasará.

El famoso “más adelante” termina riéndose de nuestras ilusorias promesas. Y pareciera que no terminamos de darnos cuenta de que no tenemos certezas ni garantías de cuánto durará nuestra vida. Y no es este un pensamiento trágico o fatalista, es la más cruda y desnuda realidad que nos cuesta asumir y mirar de frente en Occidente: la muerte.

Si tuviésemos más presente la consciencia de muerte, no esperaríamos al último suspiro para arrepentirnos de lo que no hicimos.​

Demasiadas personas malgastan sus vidas como si tuviesen otra de reemplazo. Y lo cierto es que el reloj sigue siempre girando y no se detiene ante la súplica de nadie. Al tiempo poco le importa si lo malgastamos o lo empleamos con sabiduría; el tiempo apenas se limita a transcurrir y a deslizarse, sin pedirnos permiso ni recordarnos los pendientes que vamos acumulando.

El día, para todas las personas, tiene veinte cuatro horas. Si el tiempo no nos alcanza no es porque le falten horas sino porque nos sobran tareas y actividades que consumen toda nuestra dedicación.

Cuando tenemos la sensación de que el tiempo es traicionero es porque hacemos una cosa tras otra, sin consagrarnos lo suficiente a lo que verdaderamente nos importa.​

Renegamos o nos quejamos de que el día se nos pasa volando, hasta desearíamos dividirnos en dos con tal de no considerar y hacernos cargo del único hecho real: que a veces decidimos invertirlo mal.

Es mentira que no tenemos tiempo, la única verdad es que a veces priorizamos mal.

¿Cómo puede ser que una persona que dice valorar su salud, no encuentre en veinte cuatro horas, media hora para salir a caminar?

¿Cómo puede ser que una persona que dice que lo que más le pesa es no terminar su carrera, no invierta aún sea algo de tiempo a avanzar con sus materias?

¿Cómo es posible que alguien que jura dar la vida por sus hijos, no pueda dedicar una hora de su tiempo a jugar con ellos o a conversar sin prisas, una vez al día?

¿Cómo es posible que alguien que se queja de cansancio no se tome un tiempo diario para pausar y descansar?

No nos falta tiempo, lo que nos falta es decisión de cómo administrarlo para sentirnos mejor y más alineados con nuestros verdaderos deseos​

A veces actuamos con la ignorancia de pensar que la vida nos espera a que terminemos lo que no nos importa para recién después, dedicarnos a lo que decididamente más nos interesa.

El único secreto es que cuando nuestras actividades cotidianas y metas a corto plazo están fundamentadas en proyectos y metas a largo plazo, no nos inquieta el paso del tiempo. Por el contrario, el transcurrir de cada momento nos entusiasma porque nos acerca a nuestra auténtica realización, al tiempo que disfrutamos de nuestra vida sin desear que sea distinta.

El paso del tiempo solo nos preocupa cuando experimentamos que se nos pasa la vida sin habernos desplegado como alguna vez nos proyectamos.​

En una cultura que santifica la productividad, cuando hablamos de aprender a gestionar nuestro tiempo, tendemos a pensar en palabras como efectividad, rendimiento, ganancia y ventaja. Sin embargo, ese es un concepto del tiempo al que aquí no me estoy refiriendo.

El tiempo del que les hablo no busca éxito ni ganancia monetaria sino paz y satisfacción interior. Es ese tiempo acerca del cual nos preguntamos cuando ya no nos queda más tiempo. Ese tiempo del que solemos tomar consciencia sólo cuando la Vida aprieta y nos da un revés que nos despierta ¿de qué? del letargo de estar viviendo sin la lucidez de consciencia de nuestra más finita y vulnerable existencia.