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Nuestros Personajes Internos

Por Corina Valdano

23 de agosto de 2019

Nuestras Voces Internas

¿Te pasa con frecuencia que sientes en tu cabeza un montón de voces hablándote a la vez?

¡No te alarmes! No tenes ningún trastorno psicótico sino múltiples “yoes” queriendo hacer valer su opinión.

Caos, confusión, contradicción interior entre partes internas opuestas que ven la vida de formas distintas y todas parecen tener “su” razón. Es que dentro nuestro habitan una multitud de personajes llamados “subpersonalidades”, cada cual con sus prioridades, con sus instintos, con sus deseos, “con su librito” de cómo ha de ser vivida la vida.

Así dentro nuestro habitan una parte conservadora y tradicional, una parte osada, una agresiva y sentenciadora, una compasiva y maternal, una exigente que siempre quiere más, una parte agradecida y otra insatisfecha que no hay quien sacie su voracidad, tampoco falta la parte aletargada, la postergadora, la que “no da más”, la que quiere decir ¡basta! y también la que se siente culpable por no responder a tantas demandas.

Es por eso que nos encontramos pensando una cosa, sintiendo otra y haciendo lo contrario de acuerdo a que voces internas vamos escuchándo según dependa de nuestro ánimo o de la apreciación subjetiva de la realidad en un momento dado. Cuando necesitamos argumentar y justificar una decisión nos dejamos aconsejar por las voces que avalen tal posición. Así nos mareamos y terminamos confundimos respecto de a quien seguir, ¿quién tiene razón? ¿qué voz es en verdad una brujula fiable para movernos en la realidad? En definitiva… la gran pregunta que nos hacemos es: ¿Cuál es mi parte más auténtica? ¿Cuál es la voz a la que en verdad seguir?

La Multiplicidad de nuestros Personajes Internos

Los casos de psicosis que están bajo el diagnóstico de “Trastorno de personalidad múltiple”, son simplemente la intensificación de esta estructura interna escindida en cientos de partes o subpersonalidades, que en casos no patológicos, corresponde a cualquier sujeto "normal".

Atrás quedo la idea de que la personalidad es un todo homogénea, coherente y sin grietas. A veces sentimos la mente partida en mil piezas y cada pedazo de ella tiene su razón de ser en el gran ecosistema de nuestra psiquis que en apariencia queremos mostrar en coherencia hacia el exterior pero que internamente sentimos todo el tiempo en contradicción.

Al menos así sienten, quienes se atreven a preguntarse lo que quieren, a auto-indagar en la profundidad de lo aparente y a salir del piloto automático y de sus rutinas de siempre.

Vivir una vida consciente y elegida incomoda, pero vivir una vida “hipócrita” es hipotecar nuestra felicidad, amordazando nuestras voces en lugar de darles libres expresión.

Y una advertencia es buena aclarar: seguir el deseo no siempre es garantía de felicidad, del mismo modo que ser pura razón nos automatiza y nos desconecta del corazón.

Seguir el deseo no siempre es garantía de felicidad, del mismo modo que ser pura razón nos automatiza y nos desconecta del corazón.

Las Tradiciones de Sabiduría Oriental y las neurociencias, dan soporte a lo que postula la Psicología Transpersonal. Esta psicología nos dice que la personalidad está conformada por un sinnúmero de subpersonalidades.

Los invito a pensar una circunsferencia uniforme y homogenea, representando la personalidad. Ahora, la propuesta es acercar una especie de microscopio ficticio y verán que esa única pieza, de repente se parece más a un “arte mosaico” ensamblado entre sí. Cada mosaico, es un “yo” y cada yo una sub-personalidad con un modo de ser, de expresarse, de vestir, de gesticular, de pensar y desear.

Sin embargo, tendemos a pensar que tenemos una única forma de ser. Sostener la ilusión de tener un “Yo” que nos identifica y nos provee identidad, nos da tranquilidad y cierta estabilidad. Pero les invito a preguntarse… ¿es el mismo Yo el que de traje y corbata va a una reunión de trabajo? ¿el que va a la cancha y está entre amigos? ¿el que asiste a un encuentro familiar y se pone en el rol de hijo pidiéndole a su mamá que le cocine algo rico? ¿y el que se pone perfume para salir a seducir? ¿Es el mismo “Yo” el que se siente femme fatale calzando tacos altos que el que va al supermercado? ¿La profesional exigente se le parece a la madre desbordada que se ahoga en un vaso de agua? Todas estas identidades en las que tenemos distintos “sabores” de uno mismo son estados transitorios de identidad que se configuran en diferentes escenarios y con diferentes personas y que luego se desvanecen para dar lugar a otra identidad igual de efímera y temporal.

Entonces, ante tantas subpersonalidades: ¿Quiénes somos entonces en verdad? Ninguna de de ellas y a la vez todas ellas.

  • Ninguna de ellas porque el verdadero Sí Mismo, está detrás o por encima de todas ellas.
  • “Todas ellas” porque al entrar en escena, cada una actúa como si realmente fuéramos una de ellas.

El problema es cuando nos olvidamos de que son apenas partes nuestras o ropajes y nos tomamos demasiado en serio un determinado personaje. Nos creemos ser una de las tantas voces que habitan nuestra cabeza, por eso un día nos sentimos ¡arriba!, otros días ¡abajo!, según cuales de nuestros personajes esté hablando.

La Casa sin Amo

En el sufísmo hay una metáfora que ilustra lo que estoy explicando: La Casa sin Amo”.

Se trata de una gran residencia con una gran cantidad de sirvientes, y el Amo se ha ido de viaje (simbolizando al verdadero Sí Mismo, del cual uno generalmente se desconecta).

En su ausencia (que equivaldría a nuestro estado de inconsciencia o piloto automático), cada uno de los sirvientes se arroga el derecho de reemplazarlo y comienzan a pelearse entre sí por querer apropiarse del mando. Uno toma decisiones, el siguiente las revierte, el próximo las contradice y el que le sigue las corrige. Esto ocasiona gran caos y desorden porque cada uno de ellos se siente en lo correcto y cree tener la razón.

Esto acontece hasta que el Amo se entera y regresa. Entonces, asume total autoridad y pone a cada quien en su lugar. En la mayoría de las personas esta anarquía tiene lugar todos los días, durante toda la vida... pero nadie se da cuenta. La mente no tiene “dueña” y ni siquiera nos damos cuenta de quien reina en nuestra cabeza.

El trabajo sobre uno mismo consistirá en tomar registro de todas nuestras sub-personalidades, reconocer sus características, sus patrones de comportamiento, ante que situaciones aparecen, aprendiendo a observarlas y tomando distancia de ellas ¿para qué? Para que desde la Plena Consciencia podamos gestionarlas, sin tomarnos en serio ninguna de ellas.

A medida que uno aprende a conocerse y reconoce todas sus partes, va aprendiendo a establecer una especie de “democracia” donde todas las voces son escuchadas pero la decisión final se toma desde la Consciencia y no desde el griterío de las voces dispersas y autoritarias. A partir de este trabajo la mente se va homogeneizando, unificando y gana coherencia interna porque cada uno de nuestros personajes se va subordinando al Amo, que es quien gobierna. De la misma manera, la consciencia ha de guiar y conducir nuestra vida para no des-pistarnos (salirnos de pista) cada vez que alguno de nuestros personajes se crea protagonista.

A medida que uno aprende a conocerse y reconoce todas sus partes, va aprendiendo a establecer una especie de “democracia” donde todas las voces son escuchadas pero la decisión final se toma desde la Consciencia y no desde el griterío de las voces dispersas y autoritarias

¿Cómo dejar de sentirnos divididos?

Para que podamos convertirnos en un in-dividuo (alguien no dividido) es fundamental auto-observarnos. Conocer con detalle la constitución de ese complejo y múltiple mosaico de subpersonalidades. Saber que aquello que llamamos “Yo” es una ficción, no es sólido, como tendemos a imaginarlo: es impermanente y está en constante re-actualización.

Cuando reconocemos las fluctuaciones de nuestra identidad no sacamos conclusiones arrebatadas ni nos creemos todo lo que nuestras sub-personalidades nos vociferan al mismo tiempo. Aprendemos a convocar al Amo, a nuestra Consciencia, para que tome el mando y ponga orden, escuché a todas las partes que nos componen y tome decisiones lúcidas y sensatas.

No te creas tus dramas ni tus comedias. No dejes que ninguno de tus personajes te trague.

Toma distancia, observa, espera que la marea baje y da lugar a tu Plena Consciencia para que oriente tu vida con sabiduría.

La próxima vez que te sientas en contradicción, recuerda que eres una multiplicidad de “yoes”, cada uno tironeando e intentando imponerse con todas sus fuerzas.

No te creas tus dramas ni tus comedias. No dejes que ninguno de tus personajes te trague.

Toma distancia, observa, espera que la marea baje y da lugar a tu Plena Consciencia para que oriente tu vida con sabiduría.