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¡No sé lo que quiero de mi vida!

Por Corina Valdano

25 de agosto de 2018

¡No sé qué quiero de mi vida!

Sin duda esa expresión es una revelación que con angustia y desesperación se impone en el presente de muchas personas que atraviesan períodos de confusión o de jóvenes que por primera vez se asoman al mundo en busca de su realización.

Cuando no sabemos qué queremos, nos invade un angustiante sentir, un vacío, una ausencia de propósitos y de sentido. Tenemos la falsa percepción de que todos a nuestro alrededor saben qué camino tomar y nosotros estamos encallados como un navío oxidado en medio del barro.

Transitar esta etapa de confusión como un proceso y no como un estado perdurable, nos ayuda a no atormentarnos. 

Tener presente que todo pasa, todo llega y todo cambia, es la mejor actitud para no dramatizar y mantener la mente calma.

Cuando pensamos que este estado tiene que ser erradicado cuanto antes, confundimos lo urgente con lo importante y en un arrebato emocional empezamos a mirar a los costados y a seguir a los demás. Pero el camino que nos muestran los demás muchas veces es el de la seguridad, no el de la felicidad. Es por eso que a menudo muchas personas acaban en una crisis existencial en la que no saben ya hacia dónde avanzar, y encima se sienten agotados. Nunca es buena decisión actuar por mera repetición.

Es mejor sostener la incertidumbre y llegar a hacer lo propio, que estar refugiados en el lugar seguro donde todos están, con la certeza de malestar y la íntima sensación de auto-traición.​

¡Saber lo que uno quiere es solo apto para valientes!

Cuando quien se encuentra apesadumbrado por la indefinición, inmerso en la confusión y aturdido por sus contradicciones comparte su sentir con los demás, de manera liviana hay quienes contestan… “¡es que vos no sabes qué querés de tu vida!” Y yo le preguntaría a quienes con ligereza dejan caer semejante conclusión… ¿acaso no es una ambición extraordinaria tener claro y no dudar acerca del camino que uno quiere tomar?

Contestar la pregunta ¿Qué quiero de mi vida? ¡¡Es muy difícil!! Es una ardua aspiración que lleva tiempo y maduración. No es una revelación lúcida en un momento de inspiración que no deja lugar a dudas, tampoco una mágica manifestación que se impone de una vez y para siempre sin más vacilación.

Saber lo que uno quiere de la vida es una construcción cotidiana, continua, con momentos de más claridad y nebulosas de indecisión y perplejidad.​

No debemos ver nuestra vida en término de hazañas y proezas. Reconocernos humanos, vulnerables y un tanto erráticos, es habilitarnos para equivocarnos sin condenarnos.

Saber lo que queremos no es una línea recta ascendente, es una espiral en la que a veces nos mareamos, y equivocarse, forma parte de ese proceso de construcción de lo que sí y de lo que no.

La primera recomendación es dejar de experimentar la búsqueda de respuestas internas con mortificación y vergüenza por no tenerla clara. Por el contrario, quienes se hayan en esta encrucijada son las personas más evolucionadas, que se animan a hacerse preguntas en lugar de seguir cómodamente los lineamientos de la manada.

La acción más inteligente es convertirse en observador y explorador de uno mismo sin tensión. Cuando uno emprende la proeza de construirse una vida auténtica, la amorosidad y la paciencia es el trato que necesitamos darnos. Es fundamental darnos tiempo para darnos cuenta. Esto no significa quedarnos inmovilizados o en pausa hasta tener la vida clarificada. Mucha de la confusión se va aclarando a medida que vamos andando, así como la neblina se abre en el camino a medida que avanzamos.

Un primer paso dudando, es mucho más valioso que un gran salto después de años estancados.

Por eso actuar sobre lo pequeño que está a nuestro alcance es la estrategia ideal para que acontezca lo grande que ya no está en nuestras manos. Lo que hagamos hoy sin duda es, lo que de a poco le va dando forma a la vida que vamos eligiendo. En ese sentido, somos ancestros de nosotros mismos. Heredamos lo que hayamos sembrado en nuestro pasado.

Así como un cuadro comienza con una pincelada, la vida elegida empieza con cada acción tomada con plena consciencia.

Así como el pintor mira su cuadro y se encuentra con algo diferente a lo que primero imaginó, así nos pasa también en la vida que lo imaginado nos ayuda a dar los primeros paso pero no siempre es fiel reflejo del resultado.

Así como el pintor deja de anhelar el cuadro mental y ama la obra realizada, así deberíamos admirar lo que hemos hecho posible en lugar de seguir atados a un ideal inaccesible.

Atarse al navío para no sucumbir a los cantos de sirena

No es fácil saber lo que queremos en un entorno que bombardea todo el tiempo con estímulos falsos y promesas de felicidad que son verdaderas estafas. El discernimiento es una herramienta oriental milenaria para utilizar en esos momentos en lo que estamos más vulnerables a comprar lo que una parte nuestra más lúcida sabe que no es verdad.

Lo que queremos para nuestra vida no es algo que tengamos que buscar fuera. Buscar, solo se justifica cuando lo que uno quiere encontrar ya existe.

Lo que tenemos que tener en claro es que lo que cada uno quiere para su vida es algo a construir, no existe con antelación como si fuese un destino establecido. ​

Caminando se hace el camino, por eso no podemos vivir la vida en términos de aciertos o desaciertos, pues no hay un solo camino que sea el correcto y otros no. Hay infinitas posibilidades y todas son válidas si la intención está fundada en hacernos bien y crecer. Que resulte o no en lo que deseamos ya no está en nuestras manos pero de seguro obrando desde la actitud de hacernos bien llegaremos a un buen lugar y nos equivocaremos mucho menos.

Lo importante es sentir que damos de nosotros lo mejor en cada intento de dilucidación. Si actuamos a medias o sin compromiso, no sabremos si lo que elegimos no nos gustó o fue nuestra forma de relacionarnos con eso lo que no funciono.

Como comenzar a esclarecer la confusión

Es mucho lo que podemos hacer para no quedarnos varados o a la deriva por mucho tiempo. 

  • Sin lugar a dudas, lo primero es aprender a auto-observarnos. Dejar de mirar a los costados y obrar sobre la única materia prima que tenemos a nuestra disposición: la persona que somos y podemos llegar a ser. 
  • A la auto-observación le sigue el fiel compromiso de trabajar cada día para estar en paz con nosotros mismos. Una mente afligida deja de ser creativa. Solo cuando estamos con la mente serena y calma tenemos a disposición la energías para invertir en lo que nos conduce a la superación. Nunca lo fértil prospera en una mente estéril, ociosa o repleta de preocupaciones. Estar en paz con nosotros mismos es también aprender a vivir en la honestidad. Saber diferenciar cuando nos estamos justificando y cuando nos estamos diciendo la verdad, cuando estamos ejerciendo una espera inteligente y cuando solo estamos inmersos en una postergación estéril. Trabajar para estar en paz es actuar en congruencia con nuestros valores fundamentales y ser fieles a nosotros mismos diciéndonos la verdad, evitando el auto-engaño. 
  • Confiar en que la virtud invisible genera recompensas visibles. Concentrarse en dar de uno mismo lo mejor, en lo que sea que en este momento uno esté haciendo. No esperes el momento ideal para ejercer tu máximo potencial, no subestimes el lugar en el que estás. Comenzar desde donde uno está es la mejor manera de empezar a construir una vida con sentido y realización. Honrando cada lugar, cada situación o estado por el que vamos pasando. Con el tiempo, la vida nos demuestra que nada es en vano ni sobra, que todo sirve a los fines de nuestra evolución. 
  • Bajar las exigencias y apropiarse del proceso. Ir paso a paso no solo es la mejor sino la única manera realista de aproximarse a la idea de lo que uno quiere. Nos vamos dando cuenta de lo que queremos en el “mientras tanto” vamos viviendo. La vida no comienza cuando decimos: ¡Eureka! ¡Esto es lo que quiero! La vida no es menos valiosa en momentos poco claros. Saber que la vida es una oscilación continua en donde a veces nos sentimos arriba y otras veces abajo, nos ayuda a no tomarnos en serio ni los momentos de gloria ni de fracaso. 
  • Saber decir que no a lo que ya sabemos que es no. A veces volvemos a intentar una y otra vez lo mismo esperando que esta vez sea distinto. Sin embargo, una manera inteligente de ir acercándose a lo que uno quiere, es descartando lo que ya se tiene claro que no se quiere. Invertir energías en que nos guste lo que no nos gusta es un desgaste innecesario que podemos evitar. A veces volvemos a lo fácil y seguro y eso luego se convierte en la carga más pesada de llevar, con el adicional de sentir que perdimos el tiempo insistiendo en lo que ya sabíamos que no. 
  • Descansa tu mente y abre los sentidos, lo que queremos se siente mucho más de lo que se piensa. Si solo vives en la mente, pierdes registro de lo que te dice tu cuerpo y todos tus sentidos. La intuición es una herramienta maravillosa que podemos entrenar y afilar para utilizar en nuestras elecciones de vida. Vale aclarar que cuando hablamos de intuición, el discernimiento es fundamental para no engañarnos. 
  • Inspírate. Quizás te ayude observar la vida de quienes admiras. Buscar referentes para modelar no es copiar ni ser menos original. Tener referentes de lo que uno quiere es muy beneficioso y esperanzador. Las preguntas para hacernos son:¿A quiénes admiramos? ¿Cómo llegaron esas personas a ese lugar que deseamos? ¿Qué cualidades tienen? ¿Cómo podemos desarrollarlas en nosotros? En psicología esta herramienta se llama modelaje. 
  • Trabaja para sentir admiración por ti, cuando superamos algún miedo, cuando damos un paso más allá de nuestra situación de comodidad, cuando movemos alguna ficha de lugar para apostar a nuestro crecimiento, sentimos un orgullo interno que nos empodera y nos da confianza para seguir avanzando en la dirección deseada. Esas batallas internas ganadas que cada uno guarda en silencio son las verdaderas hazañas que debemos proponernos. Ningún premio supera el bienestar que se siente cuando uno supera una traba interna.

“Toda la sabiduría puede resumirse en apenas dos líneas: lo que debas hacer tu asegúrate de hacerlo, y lo que no, deja que se haga”.

Hay un delgado límite entre ejercer la voluntad y forzar los acontecimientos, entre aferrarse al control y delegar la propia fortaleza a lo que luego con fatalismo llamamos destino.

No dejar de caminar e ir abriendo las puertas que se nos presentan con consciencia, compromiso y responsabilidad... nos lleva las más de las veces a la respuesta que tanto nos inquieta: ¿Qué queremos de nuestra vida? Y para terminar, les invito a que también se hagan esta pregunta ¿Qué cada uno está dispuesto a dar?

Una vida con grandes recompensas, requiere de grandes apuestas. A veces pretendemos enormes satisfacciones y no estamos dispuestos a mover si quiera un alfiler de su lugar por miedo o por pereza…​

Cuando nos sentimos demasiado estancados o la confusión no nos deja ver más allá, una primera decisión inteligente es dejarnos ayudar para transitar este camino que nos despierta tanta ansiedad.

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