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"Esto no es lo mío" ¿Esto no es lo mío? Flexibilizar para avanzar

Por Corina Valdano

8 de octubre de 2017

Esto no es lo mío...

Solemos decir con tanta facilidad Esto no es lo mío”, “no sirvo para esto”, “no elijo esto o aquello”.

Casi de modo automático decimos de nosotros mismos afirmaciones que ni siquiera nos tomamos la molestia de cuestionarlas con al menos algo de evidencia.

Así, nos damos por sentado y nos olvidamos que el "yo permanente" con el cual solemos identificarnos cambia no solo con los años, sino con cada experiencia que transitamos.

Ese "yo" que en apariencia es tan fijo y estable es tan permeable y modificable como estemos dispuestos a transformarlo.

¡Cuántas cosas dejamos por fuera por identificarnos con ideas y creencias rígidas de nosotros mismos toda la vida!

Afirmaciones pasadas se arrastran como fantasmas. Sin embargo, tras esos velos se ocultan infinitas posibilidades, solo para quienes se animan a mirar un poco más allá de su limitada identidad.

Hay personas que se atreven a espiar con timidez detrás de la fachada de su conocida personalidad y se preguntan ¿por qué no? Y de repente, con la fuerza de un huracán arrasando con toda ilusión de ampliar la propia identidad, hace su aparición un contundente NO, que les reclina hacia el mismo lugar y los ancla en los mismos hábitos y comportamientos de siempre.

Desde esa zona de confort y de temor, admiran a aquellas otras personas que se animan a vivir lo que ellas no.

Así, lo anhelado queda pendiente para ese momento ideal que nunca llega. ¿Por qué? porque las condiciones ideales no existen. Esa es una fantasía para quienes carecen de audacia y valentía. Necesitamos osadía para orientar nuestra energía hacia elecciones “sentidas”, más que a afirmaciones oxidadas y rancias.

Lo anhelado queda pendiente para ese momento ideal que nunca llega ¿Por qué? porque las condiciones ideales no existen. Esa es una fantasía para quienes carecen de audacia y valentía. Necesitamos osadía para orientar nuestra energía hacia elecciones “sentidas”, y ya no a afirmaciones oxidadas y rancias .

A veces por pereza nos quedamos atrapados en viejas ideas

Por "pereza" me refiero a la falta de energía vital, a esa flojera emocional que como hilo mal tejido pierde su forma y calidad. Esa desidia ante la propia vida hace que nos cueste movernos de aquellos lugares en los que sabemos que no queremos estar y que miremos la “vidriera” de lo que pudiese llegar a ser si nos animariamos a romper nuestros viejos moldes de identidad. Sin embargo, pareciera que la energía vital y las fuerzas nunca son lo suficiente como para que lo que miramos con deseo se convierta en realidad. Los que se animan a cruzar el umbral de esa cómoda pero a la vez poco dichosa vida de todos los días, trascienden la apatía para ir tras el contento de una vida “elegida”.

No debemos pensar que una vida ha de ser “divertida”, “movida”, “arriesgada” para que sea acertada. Hay vidas alocadas, que se mueven sin dirección de un lado a otro y que si bien tienen movimiento, carecen de “sustancia”. No es lo mismo moverse que tener dinamismo. La palabra “dinámico” etimológicamente viene de “dynamai”, lo que significa: “yo soy capaz”, “yo puedo”. Y ante esta afirmación personal se abre la posibilidad de ir siempre un poco más allá de los rótulos auto-impuestos y de los que nos pusieron los demás.

Una vida en movimiento, debe ir bien direccionada.

Una vida “detenida” debe ser despertada por una conciencia despabilada que ponga dinamismo donde sobra quietud, conformismo y sabor a “siempre lo mismo”. Puede que en secreto, algo dentro nuestro nos diga al oído…”Y si me animo a...". Esas voces interiores no deben ser silenciadas, deben ser sembradas como semillas que tienen enorme potencial. A las semillas le lleva tiempo brotar. Y antes de sembrar, necesitamos nivelar el terreno para que al regar penetre el agua en todos los sitios por igual. Del mismo modo, necesitamos “nivelar el campo mental”, meditar y reflexionar sobre el momento presente, para que esas voces internas que aparecen como pequeños brotes puedan tener el lugar y el tiempo necesario para echar raíces muy de a poco y no atemorizarnos por el miedo al cambio.

Así como un granjero aprende su oficio con el tiempo, cada uno de nosotros necesita tiempo para “madurar” una idea, una ilusión, una decisión, pero solo podemos madurar aquello a lo que se le hizo un lugar. Lo que es o vendrá, en algún momento fue una tímida voz que nos decía ¿por qué no? Esa semilla florece si dejamos atrás los viejos dogmas que nos detienen en el mismo lugar.

Nuestras semillas florecen si dejamos atrás los viejos dogmas que nos detienen en el mismo lugar.​

Animarse a ir más allá de nuestra personalidad

Puedo compartirles una experiencia personal con la que quizás alguien pueda “resonar…”

Siempre dije de mí: “soy una persona casera como mi abuela…”. Hasta que un día junto a mi familia: mi marido y mi hijo de cinco años, nos planteamos la posibilidad de viajar, inquietud que había quedado sepultada con el paso de los años. “Con hijos la cosa cambia…”, me convencía a mí misma para sacarme aquella loca idea de "viajera" de la cabeza.

Una noche de lúcida locura nos preguntamos ¿Y por qué no? Con frecuencia, esas pausas por fuera de las rutinas diarias, son como grietas que dejan pasar la luz que ilumina lo que no vemos cuando vamos demasiado apurados. 

Aquella flexibilidad para torcer la imposición de “esta soy yo”, “esta no soy yo” es lo que hoy me permite afirmar: no hubo mejor decisión que animarme a vivir aquello que decía que ya no era para mí.

Aquella experiencia me sirvió para "ampliar" la idea que tenía de mí. Me ayudó a flexibilizar mi personalidad, a conocerme y a re-conocerme de nuevo, a crecer y a desapegarme de viejas creencias. Y sobre todo, me llevo a preguntarme:

¿Qué de vida de antes elegía y qué era mera repetición de todos los días?

A mi regreso sé que muchas cosas que decía que “no podría”, “hoy puedo”, “qué no elegía”, “en verdad eran miedos”. Aprendí también que hay cosas que puedo y que sin embargo no elijo…. pero tuve que salirme de la seguridad de mi “cueva” llamada hogar, para afirmar que “si bien soy casera…” (y lo sigo eligiendo), una gran parte de mí puede ir y venir, ser así y dejar de serlo. Cuando el “YO” con el que nos identificamos es más una cárcel que una identidad expandida, necesitamos cuestionarnos, para recién entonces poder elegir y ¿por qué no? retomar lo mismo pero desde otro lugar, más consciente, más despierto, más lúcido.

A una voz silenciosa que te hable al oído… no le digas que “NO” de entrada. Escuchala, visualiza la semilla si pensar en el fruto te da demasiado temor al cambio. 

En mi experiencia, lo que en principio fueron seis meses viajando, se extendió por más de dos años… Y cuando me di cuenta que la vida no se me daba vuelta carnera, que lejos de abandonar mi profesión, esta se fortalecía y tomaba gran envión. Recién entonces me anime a redoblar la apuesta y a seguir dandole lugar a esa vivencia viajera. Pareciera que la vida nos premia cada vez que elegimos crecer a permanecer, vivir a sobrevivir.

Expandir el Ser mucho más allá de las limitadas fronteras del minúsculo "yo" que acata y descarta de manera casi automática, supone dejar atrás la rígida expresión “Esta soy Yo” y “Esta no soy Yo”.

Te animás a preguntar…

  • ¿Quién estoy siendo hoy? 
  • ¿Qué anhelo en mi presente? 
  • ¿Qué semillas quiero sembrar? 
  • ¿Qué frutos quiero recolectar? 

Estas preguntas requieren de una conciencia lúcida. Las respuestas se construyen con tiempo, dedicación y esfuerzo. Hacernos preguntas es el eje primordial para no girar en falso siempre en el mismo lugar.