Cuando el estancamiento agobia
Hay momentos en la vida en las cuales nos sentimos estancados, detenidos, sintiéndonos los mismos de siempre desde largo tiempo atrás. Queremos avanzar, crecer, desplegarnos y sin embargo nos encontramos una y otra vez en el mismo lugar, con ese cansancio vital que nos invade a diario, esa conocida tendencia a postergar, los mismos miedos de siempre que nos mantienen a raya. La sensación que sentimos es como si estuviésemos nadando en lodo, en donde cada brazada se hace muy pesada y las metas se ven a veces tan difusas y otras veces tan lejanas, que la primera reacción es tirar la toalla.
A veces ese estancamiento se acompaña de una falta de sentido o cierto enojo con nosotros mismos por no haber hecho distinto.
Entonces, volvemos la mirada atrás y renegamos de las decisiones que hemos tomado, de lo que dejamos sin completar, de las oportunidades que dejamos pasar. Nos dejamos atrapar en estos bucles improductivos de pensamiento que lo único que hacen es estancarnos más.
La sensación de estancamiento se siente de la misma manera que atados de pies y manos. Atrapados en lo mismo y no pudiendo hacer distinto. Las personas que más experimentan esta abrumadora sensación son generalmente personas muy talentosas, inteligentes y ambiciosas que sienten que están volando por debajo de sus posibilidades, que saben internamente que tienen un potencial aun sin exprimir, que late en el interior y reclama ser expresado.
¿Cómo salir del atasco en el que estamos?
Lo primero es dejar de resistir la situación que nos toca atravesar y comenzar a interrogar e investigar la sensación de estancamiento como si la pusiésemos debajo de la lupa y fuésemos observadores externos de nosotros mismos. Esta actitud inquisitiva nos va a permitir discernir:
- Si la sensación de estancamiento está asociada a mandatos externos que nos imponemos cumplir.
- A una auto-exigencia desmedida respecto de un ideal que tenemos de nosotros mismos.
- A comparaciones con los demás en las que siempre salimos perdiendo.
Estas tres posibilidades están basadas en rasgos neuróticos que tenemos que aprender a suavizar, pues hagamos lo que hagamos, en cualquier caso siempre caeremos en la trampa de no sentirnos suficientes o la altura de las circunstancias, y la vara se va elevando con cada paso que vamos dando.
Si la sensación de estancamiento deriva de una voz crítica interna que nos exige más y más, lo inteligente es no tomarnos en serio todo lo que nos decimos, pensamos y sentimos. Si observamos nuestra vida con más serenidad, gratitud y objetividad nos daremos cuenta que es mucho lo que hemos logrado, avanzado, crecido, mejorado y dejado atrás…
Cuando el estancamiento es "real"
Cuando la sensación de estancamiento deriva de una sincera y honesta conversación con nosotros mismos, en donde reconocemos no estar dando de nosotros lo mejor, es entonces momento de sacudirnos el polvo, tomar decisiones y pasar a la acción. De lo contrario, esa sensación de auto-traición por estar volando bajito pudiendo volar más alto se irá incrementando hasta agobiarnos en un intento inteligente de nuestro inconsciente de hacernos reaccionar para poder encaminarnos hacia nuestra realización personal.
Podemos tener el máximo potencial disponible pero si las fibras de nuestro cuerpo no están decididas a pasar a la acción, nos quedaremos en el mismo lugar con una buena excusa o justificación.
La mejor manera de salir del estancamiento es ponernos en movimiento, que no es lo mismo que pasar a la acción ya que muchas veces la sensación de atasco se acompaña de la falta de visión clara para saber hacia dónde queremos avanzar. Sin embargo, es más probable que nos demos cuenta que nos interesa, que nos mueve, que nos entusiasma estando enérgicos y activos que tirados en el sillón esperando que nos llegue la gran revelación de aquello para lo cual nacimos.
Romper rutinas, explorar lo desconocido, intercambiar con los demás, aprender algo nuevo, hacer algo distinto, nos ayuda a salir del circulo de siempre lo mismo, y a abrir nuevos horizontes que antes no considerábamos.
En ese mientras tanto podemos dilucidar en qué nos interesa profundizar y qué solo formó parte de una experiencia que nos enriqueció o sirvió para sacarnos del estado de inercia. Cuando tenemos el panorama más claro, podemos entonces decidir comprometernos con acciones más trascendentes que supongan un avance considerable en nuestras vidas, como puede ser iniciar una emprendimiento personal, especializarnos en lo que nos gusta, comenzar una carrera, aprender un idioma o cualquier otra apuesta que nos seduzca.
Aunque en principio nos de miedo, lo inteligente es avanzar en una dirección.
No esperes a no sentir miedo para pasar a la acción
El mejor momento nunca llegará. La ansiedad y los temores del presente se irán disipando a medida que vayamos avanzando. De este modo, un pequeño paso nos entusiasma y nos da confianza para dar el paso que sigue, y luego el que sigue.
Tendemos a asociar el riesgo con lo nuevo y lo desconocido pero olvidamos sopesar el riesgo que supone quedarnos toda la vida en un lugar y con una sensación de sí que no nos gusta. El hábito de acostumbrarnos a la zona de confort nos va anestesiando hasta estancarnos en nuestra vida y con el tiempo es más difícil salir del pantano en el que nos sentimos atascados.
Reconoce tus miedos, míralos de frente pero no permitas que te limiten, aprende a gestionarlos en lugar de luchar contra ellos.
Establece rutinas coherentes con tus objetivos .
La rutina no siempre es algo que tenemos que romper. Una rutina de hábitos saludables nos ayuda a conseguir nuestros objetivos. A veces el estancamiento deriva de la dispersión, de la tendencia a perder el foco. Como consecuencia, nos movemos de un lado al otro pero no avanzamos en ninguna dirección. Sostener una rutina conciente es beneficiosa para mantenernos en pie en momentos difíciles, confusos o en los que sentimos desgano o pereza de levantarnos o seguir andando. Romper viejas rutinas va de la mano de establecer nuevas y más constructivas, romper por romper…porque está de moda, porque así lo aconsejan las revistas, lejos de aportarnos, empeora la situación. Si vas a romper, asegúrate de hacer un buen omelette. Es decir, destruir lo que ya no nos sirve tiene que dar lugar a hábitos que nos conduzcan hacia dónde queremos ir.
Modera tus expectativas,
A veces pasamos del letargo a la hiperactividad, pretendiendo que todo se aclare ya, que todos nuestros propósitos se cumplan a la brevedad, como si la vida fuese una especia de encender / apagar. Si hasta ayer nos sentíamos con pocas luces, no porque hoy estemos encendidos, todo de repente se iluminará y cumpliremos nuestros objetivos en los plazos que determinamos. Esta ambición desmedida no hace más que traernos frustración. Entender la idea de proceso, de que todo lleva su tiempo, nos ayuda a ser pacientes y no querer abandonar a la primera que salga mal. Dar lo mejor de uno mismo y saber esperar a que las semillas que sembramos den sus frutos, es la actitud más madura. Se trata de aportar nuestra parte y reconocer que hay otras que están fuera de nuestro alcance.
Cuando uno está dando de sí lo mejor, la sensación de estancamiento ya no se siente, más allá de que los resultados no sean visibles a corto o mediano plazo. Ya que "el sentirse estancado" es más una sensación interna que resultado de condiciones externas.
No te compares con los demás,
La vida no es una carrera en línea horizontal donde el objetivo es ganarles a los demás, la vida se parece más a una línea vertical en la cual vamos ascendiendo escalones en nuestra superación personal. Cada uno ha de preguntarse a sí mismo ¿qué es para mí superarme? La respuesta que nos demos puede ser muy distinta a la de la persona con quien tendemos a compararnos. Para alguien superarse puede ser bajar sus exigencias y para otra redoblar la apuesta. Por eso deja a un lado la pérdida de tiempo que implica el acto de compararte con lo demás y ocúpate de ser la mejor versión de vos en lugar de buscar ganarle a un contrincante que solo está en tu cabeza. Encuentra tu propia definición de éxito y superación.
Abandona las excusas
Aprende a reconocer tu tendencia a excusarte, a detectar con más facilidad los impedimentos que las posibilidades, a encontrar siempre algún motivo para dilatar los cambios significativos. Cuando te des cuenta que tu foco de atención se está dispersando, que malgastas tu tiempo en insignificancias que no cambian tus circunstancias, que culpas a otros o te pierdes en tus pensamientos... tráete a lo importante una y otra vez, aprendiendo a ser tu propia autoridad. Como de niño lo hacían los adultos, de grandes somos nosotros mismos los que nos ponemos en el camino correcto si hemos errado el paso y vamos hacia el lugar equivocado.
Por ultimo, siéntate contigo a tomar un café...
Cuando sientas estancamiento en tu vida, haz una pausa, respira profundamente y siéntate a tomar un café contigo. Examina tus circunstancias, mira de frente lo que tienes que cambiar, superar, evolucionar para que puedas sentir el regocijo de estar avanzando en tu vida.
¡Pero cuidado! No confundas tu superación personal con los parámetros de éxito que marca la sociedad, no persigas ciegamente zanahorias que no son propias, no te dejes seducir por la idea de ganarle a los demás, “sé tú principal competidor”, supera tu propia marca, olvídate de tu alrededor y focaliza tus energías en ser cada día una persona mejor en las diferentes áreas de tu vida, no desde la exigencia desmedida sino desde la amorosidad y con la paciencia para lidiar con las partes que más te cuestan cambiar y con la humildad de pedir ayuda si la cosa se pone difícil y no logras avanzar.
Cuando nos posicionamos ante nuestra vida con conciencia y vemos en cada situación que nos toca vivir una ocasión de aprendizaje y crecimiento, estaremos bastante lejos de la sensación de estancamiento.
Accionar nuestra vida tiene mucho más que ver con las actitud con la que nos posicionamos que con los resultados obtenidos, y de seguro una actitud entusiasta y optimista nos conducirá tarde o temprano a nuestros más deseados objetivos, sin perdernos de disfrutar el camino.