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El Trabajo sobre si

Por Corina Valdano

14 de febrero de 2018

Trabajar sobre uno mismo para conocerse y gestionarse mejor

Trabajar sobre nosotros mismos es el acto más sagrado y generoso que podemos llevar a cabo durante el trascurso de nuestra existencia, desde que llegamos hasta que nos vamos de este plano.

La Vida viene a evolucionar a través de cada uno de nosotros. Así, en cada vida humana habita una porción del Todo que nos fue dada para ser honrada y desplegar nuestra cosnciencia para nuestros propio beneficio y para las futuras generaciones que vendrán.​

Por supuesto, existe el libre albedrío, no es un destino trabajar para conocernos y estar cada vez más despiertos en cada una de las decisiones que tomemos.

Podemos elegir evolucionar o quedarnos en el mismo lugar. O mejor dicho: "durar" o "madurar" con el transcurso del tiempo, que por supuesto no es lo mismo. Podemos chocar toda la vida contra la misma piedra o desarrollar una sabiduría que nos permita trascender los errores de siempre y "no repetir" eternamente lo de siempre.

Trabajar sobre nosotros mismos nos hace la vida más fácil, pues nos evita repetir siempre las mismas equivocaciones y aportarle al mundo nuestros talentos y dones. Es también una responsabilidad para con toda la humanidad compartida. Si nos quejamos del mundo en que vivimos, sepamos que lo podemos cambiar y nuestro aporte es dar de lo nuestro lo mejor tanto a los demás como a nosotros mismos al vivir con más libertad y menos condicionamientos.

Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo. 

Mahatma Gandhi. 

Y yo agregaría...si quieres hacerte un favor, trabaja sobre ti mismo para no desperdiciar tu vida cometiendo los mismos errores que te conducen a los lugares de siempre. 

Si quieres un cambio trascendente, no esperes resultados urgentes

La palabra trabajo supone saber de entrada que no hay recetas mágicas, que nada es instantáneo, ni se consigue en un retiro de fin de semana. Si nos salteamos pasos, puede que quedemos crudos por dentro. Así es… el trabajo con nosotros mismos se parece mucho a coser las partes más crudas de nuestra personalidad.

No hay personalidades mejores que otras, hay personalidades más integradas y menos integradas. La misma personalidad puede funcionar desde sus luces o desde sus sombras. Es más, en diferentes momentos de nuestra vida, incluso en momentos distintos de un mismo día podemos tener momentos de lucidez y raptos de ignorancia. 

Somos multitud. Renunciemos a la falsa creencia de un único "Yo"

El trabajo con uno mismo supone ampliar la conciencia de quienes somos, conocer todos las partes que componen nuestra intrincada personalidad y desarrollar un sano liderazgo para que ninguna de estas partes aisladas se arroje el poder de comandar nuestra vida y llevarnos inconscientes de las narices, tal como si estuviésemos hipnotizados y programados..

Es importante comprender que la personalidad no es una pieza de mármol unificada, se parece más a un mosaico de diferentes colores, con piezas de distintos tamaños, hasta de diferentes texturas. Es por eso que a veces no nos comprendemos siquiera a nosotros mismos. Pensamos de una manera, después pensamos de otra, nos comportamos convincentemente de un modo y al cabo de un rato, podemos incluso llegar a avergonzarnos de eso mismo de lo cual estábamos absolutamente convencidos.

El poeta Walt Whitman en una maravillosa frase expresa a la perfección lo que intento transmitir:

Yo soy inmenso y contengo multitudes

¡Exacto! Esta es la realidad de nuestra compleja personalidad. Dentro nuestro conviven infinidad de partes, de "yoes" o "su-personalidades". Algunas más crecidas y evolucionadas, otras más primitivas y torpes.

El trabajo sobre sí nos ayuda a conocer nuestra personalidad en profundidad ¿Para qué? Para ser soberanos y no esclavos de cada una de las piezas que componen el complejo rompecabezas de la figura que formamos.

Desplegar conciencia en un trabajo terapéutico es hacer una especie de inventario de cada una de estas piezas que nos componen y aprender a gestionarlas con conciencia para que no emerjan como resortes desde la inconciencia y la imposibilidad de liderarnos como buenos monarcas de nuestro reinado.

Una persona que no se conoce y no trabaja de manera ardua su personalidad, no decide. Sus partes irrumpen de manera desordenada e impulsiva reaccionando a los estímulos de su entorno externo e interno.

Las emociones que suelen experimentar las personas que no se toman el trabajo de conocerse son arrepentimiento por lo que no hizo, enojo por lo que hizo, contradicción interna, confusión, desconcierto y sensación de enajenamiento… Y al cabo de un tiempo, emergen desde dentro las preguntas:

  • ¿Quién soy? 
  • ¿Cómo es posible que sienta esto, piense lo otro, me diga una cosa y haga lo contrario?

Este caos es debido al desconocimiento acerca de cómo funciona nuestra personalidad. En cambio, cuando nos conocemos en profundidad a partir de un comprometido trabajo personal, la personalidad deja de tener tanto protagonismo y se transforma en apenas un instrumento para expresar en nuestra vida nuestra verdadera y auténtica esencia.

Mientras la personalidad siga haciendo tanto ruido y esté tan desafinada, no podemos escuchar la melodía de nuestra esencia, que es nuestra autentica naturaleza. Trabajar nuestra personalidad es como ir sacando capas y más capas, sacarle su densidad para volverla más permeable a la fluidez y ligereza de la esencia.

Cuando hacemos contacto con nuestra esencia, podemos ejercer todas nuestras partes desde la plena conciencia, ser directores de nuestra orquesta. Desde la esencia es cuando realmente podemos cantar nuestra canción, expresar nuestros dones y talentos y recuperarnos más rápidamente de nuestras brechas de raptos de inconciencia, porque ya sabemos dónde volver cuando nos perdemos, porque ya sabemos pararnos cuando nos caemos.

Cuando hacemos contacto con nuestra esencia, podemos ejercer todas nuestras partes desde la plena conciencia, ser directores de nuestra orquesta​

Armonizar la superficie de nuestra personalidad para dar lugar a lo más hondo de quienes somos es el acto más heroico que podemos ejercer hacia esa parcela del Todo que nos fue dada para devolverla más evoluciona y clara.

Transformar nuestro plomo en oro es volvernos alquimistas de nosotros mismos. Es allí cuando nos sentimos completamente realizados… porque realizarnos es “volvernos reales” y esto solo es posible cuando trascendemos las capas superficiales de nuestra limitada personalidad. Y somos capaces de trascenderla cuando la conocemos en profundidad, la ejercemos con conciencia y dejamos de enredarnos en ella.

Si cada uno de nosotros convierte en oro su plomo y en luz su oscuridad, sin duda este mundo sería mucho más luminoso. ¿Estás haciendo tu aporte?

Cuando hablamos de dejar un mundo mejor para nuestros hijos… eso no es ni más ni menos que trabajar cada uno consigo mismo.

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