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Dedicarnos a lo que disfrutamos

Por Corina Valdano

21 de junio de 2019

Re-calculando… ¿hacia donde orientarnos?

A veces necesitamos un gps que nos ayude a definir el camino a seguir. Nos sentimos perdidos, surfeando en medio de la confusión, sin saber con claridad qué nos gusta y qué no, que nos interesa o cuál será la mejor opción cuando se trata de optar por una vocación, una ocupación o aquello a lo que nos queremos dedicar.

  • Hay quienes piensan que como arte de magia aparecerá el genio de la lámpara y les dirá la gran revelación.
  • Otras personas se resignan a pensar que no tienen ningún tipo de inclinación, interés o disposición. Les cuesta diferenciar sus preferencias porque en verdad no se conocen en profundidad, se hacen pocas o ningunas preguntas acerca de lo que les gusta, viven más hacia fuera, esperando encontrar referencias externas, o aquello que les garantice que están tomando la decisión correcta. Como si hubiese una única “puerta” que los conduce a la realización y las demás al fracaso y a la decepción se paran enfrente de sus opciones con demasiada presión.
  • Y por último, aquellas otras que se resignan a repetir rutinas mientras se lamentan por no sentir satisfacción por lo que hacen y como salida a su frustración se saturan de placeres momentáneos que apenas les dura un rato y vuelve a emerger el mismo vacío interior que clama ser colmado por algo más trascendente que una tentadora porción de torta o una seguidilla de series en Netflix.

La bendición de dedicarnos a lo que amamos

Encontrar un lugar en el cual servir, en el que nos sintamos evolucionar y superarnos, en el que podamos sentirnos beneficiosos y provechosos para los demás, es una bendición que solo encuentran quienes se salen de la queja y del pensamiento mágico que les lleva a concluir que todo vendrá dado y de repente encontrarán un sentido que les saque de lo frívolo y de lo trivial.

No hay revelación divina que nos diga por dónde va la vida y por dónde no. Hay protagonistas que deciden activamente sobre sus vidas, que se arriesgan, que hurguetean, que despiertan el interés dormido que habita en el interior de todo ser humano como resabio de aquella curiosidad infantil que nos impulsó alguna vez a explorar el mundo y querer devorarnos cada cosa que llamaba nuestra atención. ​

Ese instinto no se evapora ni se extingue, está dentro nuestro, detrás de las enormes capas de condicionamientos que nos hemos y nos han puesto.

¿Cómo sintonizar con lo que nos gusta?

El primer paso para sintonizar otra vez con esa condición originaria es discernir qué es lo propio y qué es lo ajeno, es comenzar a mirar hacia dentro y hacer un trabajo de introspección, en lugar de especular acerca de lo que nos conviene y lo que no, lo que tendrá o no tendrá buena salida laboral. Bajo esa especulación muchos terminan siendo ingenieros mediocres o profesionales poco motivados en lugar de ser excelentes artesanos o maravillosos cocineros apasionados.

Muchos de los que creen no saber cuál es su inclinación, en el fondo sí saben cuál es su verdadera vocación o por dónde van sus intereses pero le restan la importancia que tienen en función de mandatos externos o por priorizar otros aspectos que no son sus más auténticos deseos o las verdaderas motivaciones que los mueven a la acción.​

Hacer lo que disfrutamos y ponerle a eso pasión, disciplina, voluntad, esmero y constancia nos conduce a la "realización", entendiendo por esta palabra el volvernos a nosotros mismos “reales”, verdaderos, desplegando nuestros dones y talentos.

Cuando a esas habilidades innatas le sumamos amor y constancia, el éxito está asegurado porque le pondremos a eso el ímpetu y el vigor que necesita cualquier incipiente semilla para convertirse en frondoso árbol.

Una vida sin curiosidades ni intereses, merodeando en la superficie de los placeres momentáneos, tarde o temprano, nos sumerge en el tedio y en el desgano, intentando llenar lo que no se llena sino que se cimienta desde dentro y va colmando de satisfacción el sinsentido que invade cuando la “nada misma” nos habita o somos solo observadores pasivos de nuestras vidas preguntándonos desde el lamento “que hubiese sido si…, me hubiese animado a vivir mi vida con más energía, entusiasmo y vitalidad”.

Una vida sin curiosidades ni intereses, merodeando en la superficie de los placeres momentáneos, tarde o temprano, nos sumerge en el tedio y en el desgano​.

Mejor replantearnos que sería de mí si comenzaría a movilizar lo inmovilizado, a practicar nuevos hábitos, a decir que sí a los que digo que no es para mí, a sacar del armario interior lo mejor de mí que quedó guardado…

No se trata de volver el tiempo atrás, tampoco de empezar desde cero sino de seguir distinto, no eligiendo más de lo mismo que decimos no querer, animándonos a salirnos de lo que cada quien define como su zona de comodidad y resguardo.

Dos mitos acerca de la vocación

  • Ya es tarde…

Es un mito pensar que la vocación se encuentra solo en etapas tempranas de la vida. Está instalada la idea de que lo “normal” es decantarnos por un oficio determinado y luego dedicarnos a este para siempre. Sin embargo, esto es solo una posibilidad entre tantas otras. Hay quienes descubren sus tendencias e inclinaciones a los cuarenta e incluso a los sesenta, cuando la madurez del camino recorrido o el tiempo que ya no quieren perder, les lleva a preguntarse con honestidad y a dejar de postergarse. Cuando corren el velo del “deber ser” y el “tengo que”, dan lugar al deseo como nunca antes pudieron. Entonces, la contadora se compra el atril y los pinceles, el bancario se vuelve artesano, la abogada se inclina por la física cuántica y los chacras y la sonrisa se dibuja en sus caras.

La palabra “tarde” no tiene sentido cuando se trata de invertir nuestro tiempo haciendo lo que nos gusta. La incertidumbre y el miedo al cambio no es excusa para dejar de re-inventarnos y acercarnos a la posibilidad de desplegar aquello para lo cual tenemos habilidad y pasión.​

Así como hay personas que piensan que no les gusta nada también existen las “personas multiapasionadas”, que tienen varios intereses a la vez y no acaban de definirse por lo que les gusta más. Sin embargo, no tienen por qué ponerse la presión de definirse por una única opción. Dedicarse a una profesión no es desechar el resto de las inquietudes e intereses. Se pueden combinar, acoplar o hermanar de manera muy enriquecedora sin tener que firmar renuncias inútiles y arbitrarias.

  • Una vez que elegí me quedo aquí…

También es posible “darnos el lujo” de cambiar de dirección si pasamos por un un proceso de re-actualización personal y ya no elegimos lo que en algún momento definimos con convicción. Podemos re-decidir tantas veces como queramos aquello a lo cual deseamos dedicarnos. No podemos condenarnos a seguir haciendo lo que no nos satisface por miedo a parecer inestables o por sostener la creencia de que una vez optado por una profesión u ocupación el cambiar la senda no es una posibilidad. Si hacemos eso, estamos pagando un precio demasiado elevado por ser tan estructurados.

Motiv/ación, "un motivo para pasar a la acción"

Una vocación, una actividad, una profesión, un oficio o una función que nos de la fuerza para cada día levantarnos con entusiasmo y vigor, nos resguarda de la depresión, del auto-abandono, de la desidia, de la obesidad, de las adicciones y de la enfermedad.

La realización personal no se mide en dinero ni en reconocimiento. Emerge como un fuego interior que le da calidez y vehemencia a nuestra existencia. Esa fuerza que nos anima a seguir andando, a levantarnos con ánimo, a superarnos, va virando hacia un sano orgullo personal que fortalece el lazo con nuestra energía vital.

Desde ese círculo virtuoso vamos ascendiendo en una espiral en la cual la propia realización regala virtuosidad a la evolución de la humanidad compartida que se transforma y adquiere nuevas formas de acuerdo a la habilidad que tengamos como seres humanos para moldearla.

Se necesita más gente que disfrute la vida que tiene, que deje de resentir y de quejarse por lo que hubiese podido hacer, que aporte su grano de arena en lugar de lamentarse por lo que ve. Más personas que cuando estén aburridas, en lugar de abrir la heladera salgan a ver qué se necesita afuera, que en vez de repetir rutinas que detestan hagan algo que los enorgullezcan, que le saquen brillo a lo que tienen oxidado hace años.

Por uno mismo, por nuestra descendencia y por los que vendrán demostrémonos y pongamos en evidencia que la vida es mucho más que pagar cuentas, renegar y correr de aquí para allá.

Llegar a experimentar emociones más evolucionadas como la gratitud, la serenidad, el interés, la esperanza, la inspiración, el asombro, el entusiasmo y la satisfacción es consecuencia de las elecciones conscientes que hagamos.

Cada elección nos conduce a nuevas experiencias, de las nuevas experiencias, emanan emociones más evolucionadas, las cuales ponen en jaque antiguas creencias, que son las que finalmente hacen que nuestra personalidad se eleve a un estadio más alto de despliegue personal. Y cuando de expansión de la identidad se trata, la vocación se destaca como un área a la cual prestarle la atención apropiada.

No hay magia ni casualidad en una vida de satisfacción personal, hay desafíos asumidos, osadía sin demasiadas garantías, tenacidad, constancia, foco y atención plena para dar lo mejor de sí desapegados del resultado final.

Es el modo de transitar y de gozar lo que uno hace en lo cotidiano y no el lugar al que llegar lo que nos concede la gracia de sentirnos a gusto con nuestra forma de vivir y con las decisiones que vamos tomando.