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La práctica de la gratitud, un hábito diario a experimentar.

 

Por Corina Valdano

19 de julio de 2019

Somos felices cuando agradecemos

Tendemos a agradecer cuando nos sentimos felices. Sin embargo, investigaciones recientes realizadas conjuntamente entre las neurociencias y las psicologías de oriente, afirman que:

Las personas son felices cuando agradecen a diario lo que otras personas dan por sentado

Esto nos lleva a concluir que la gratitud precede a la felicidad, y no a la inversa como solemos pensar.

Para poder desplegar este cambio de conciencia tan transcendental, necesitamos liberarnos de la idea de “perseguir la felicidad fuera” buscando condiciones ideales externas.

Cada vez que ansiamos alcanzar la felicidad ésta da siempre un paso más allá. Tratamos de seguirle el rastro porque una parte nuestra está convencida que la felicidad está en un lugar al que todavía no acabamos de llegar.

Como seres humanos tendemos a pensar que conseguiremos la felicidad cuando logremos concretar tales circunstancias, a la vez que tendemos a minimizar las condiciones actuales, dando por garantidas que siempre estarán. Este acto se llama “naturalizar” lo dado como si siempre fuese a seguir estando: nuestra salud, nuestros seres amados, un hogar, una caricia, un abrazo, una mirada. Lo simple de la vida sumado, con plena presencia y mirada apreciativa, nos llena el corazón y otorga sentido a nuestra existencia.

Todo lo que damos por sentado, podría dejar de estar de un momento a otro porque la vida es permanente cambio y transformación. Con toda seguridad si eso que no vemos, porque el velo de la ignorancia nos cubre nuestra capacidad de apreciación, de repente dejaría de estar, sentiríamos un lamento desesperado de lo que no valoramos mientras estábamos deseando lo distinto, lo idealizado, lo no posible, lo anhelado.

La ambición, la aversión a lo que es y la adicción al anhelo de lo que quisiéramos que fuera y no es, nos impide sintonizar con lo que acontece momento a momento.

Tendemos a pensar que tenemos que perseguir la felicidad y atraparla, como si fuera una presa que se nos escapa. Sin embargo, no es este el camino porque la felicidad es una emoción a experimentar, no algo concreto a alcanzar. Tal como la tristeza, el enojo y la culpa, la felicidad es una emoción más, tan impermanente, fugaz y huidiza como la Vida en sí misma.

Tendemos a pensar que tenemos que perseguir la felicidad y atraparla, como si fuera una presa que se nos escapa. Sin embargo, no es este el camino porque la felicidad es una emoción a experimentar, no algo concreto a alcanzar.​

Cuando ciertas causas y condiciones emergen, tales emociones, entre ellas la felicidad, se experimentan y cuando esas causas y condiciones dejan de estar, dejamos de experimentarlas. Es la naturaleza de toda emoción hacer su aparición y luego disiparse.

Así, de la intensa felicidad podemos pasar a sentirnos angustiados porque la naturaleza cambiante de la vida de repente nos presenta un evento inesperado que no veíamos venir y lo sentimos como un sopapo que nos reacomoda la estantería de lo que no estábamos priorizando.

La felicidad no es algo que podamos tener y menos aún retener, sino algo q podemos experimentar esporádicamente. No tenemos que luchar por atrapar la felicidad, sino entrenar la mente para desarrollar nuestra capacidad de “apreciar”, de agradecer y de cultivar pensamientos compatibles con estados de amorosidad, de serenidad, de benevolencia y concordia interna.

Somos lo que pensamos y todo deriva de lo que pensamos. Nuestra manera de ver y evaluar nuestras circunstancias es lo que orienta la balanza hacia la dicha o la desdicha.

Cuando pensamos que la felicidad es un objetivo a alcanzar, nos convertimos en hámster corriendo tras ella y terminamos agotados y sin ninguna recompensa duradera.

La felicidad es un estado de gratitud interna con el que tenemos que aprender a sintonizar, más allá o por encima de las circunstancias externas tan variables y cambiantes. Condiciones muchas veces ajenas a nuestra finita voluntad o a nuestra capacidad de intervención en el azar y en las contingencias que la vida nos trae.

Cuando pensamos que la felicidad es un objetivo a alcanzar, nos convertimos en hámster corriendo tras ella y terminamos agotados y sin ninguna recompensa duradera.

¿Cómo experimentar estados internos de felicidad?

Experimentamos la felicidad siendo agradecidos, por eso en lugar de poner el foco en perseguir la felicidad, tenemos que ponerlo en practicar la gratitud como cualquier otra habilidad, que requiere de hábito y constancia.

Lo que nos impide sentir gratitud ante lo que acontece es nuestro pensamiento dualístico; que nos lleva a evaluar la vida en términos opuestos: cómo la vida es y cómo pensamos que debería ser, a juzgar como bueno o como malo cada evento por el que vamos pasando. Así creamos dos realidades, la realidad de lo que es y la realidad que desearíamos que sea. Esta separación, nos pone en una posición en la cual estamos deseando lo que no es y quisiéramos que sea y al mismo tiempo, vamos creando aversión a la realidad tal cual es, porque nos falta de aquí o de allá o nos sobra lo que creemos que está de más.

La mirada puesta en la “falta” nos aleja de apreciar lo que sí es. Cuando estamos buscando algo que no és, que nos falta, que no está o podría ser diferente, es difícil sentir gratitud ante lo que sí es y abrazar nuestras circunstancias con todas sus faltas y fallas y dar lo mejor de sí, para que desde la plena aceptación del momento presente vaya aconteciendo lo que deseamos sin estar ausentes y divagando en una vida paralela mental donde acontece un escenario idealizado que dista de ser real. Es agradeciendo “lo que sí” que vamos avanzando. De este modo no dejamos de crecer y desplegarnos y mientras tanto vamos disfrutando el camino que vamos transitando. Con los pies bien puestos en la tierra y con una mirada ampliada que nos permita no quedarnos en la falta y ver la vida en toda su perspectiva y dimensión.

Es agradeciendo "lo que sí" que vamos avanzando y desplegándonos. De este modo no dejamos de crecer y mientras tanto disfrutamos el camino que vamos transitando.

A veces nos toca una porción de felicidad, a veces una porción de tristeza y desolación. No podemos pretender siempre la torta entera y la parte que más nos gusta porque esa ignorancia es re-negar, (negar y volver a negar) la Vida tal cual es… cambiante, impermanente y no siempre justa o como quisiéramos que sea. Es nuestra capacidad para adaptarnos a lo que la vida nos va presentando sin luchar o pelearnos con la realidad lo que indica nuestro índice de madurez emocional y evolución espiritual.

La vida se parece bastante al juego del “tetris”, nos sabemos cuál será la próxima ficha que caerá pero tenemos que desarrollar la capacidad y la lucidez para acomodarla dónde mejor nos parezca. A veces hacemos línea entera, otras veces nos quedan grandes huecos de desilusión e insatisfacción. Si detenemos la mirada solo allí y nos quedamos anclados en la ficha que nos hubiese gustado… perdemos de vista hacer lo mejor que podemos hacer con las próximas fichas que nunca acaban de caer.

La gratitud está “acá” como parte de la realidad tal cual es y no "allá", en cómo pensamos que las cosas deberían ser.​

¿Cómo desarrollar gratitud?

Tal como si fuese una destreza a entrenar, la gratitud requiere cinco escalones fundamentales para hacer de ella un hábito cotidiano instalado.

1- Consciencia

Estar consciente, presente y despierto a lo que está aconteciendo. Habituarnos a preguntarnos cada día ¿Por qué debería estar agradecido/a? Teniendo siempre presente el carácter impermanente de la vida. No dando por sentado lo que mucho sería valorado si de repente dejaría de estar en nuestra vida.

2- Toma Apunte

Toma apunte para que no se te olvide. Cuando las emociones no te permitan ver la realidad tal cual es, recuerda que aun ante los peores escenarios siempre hay algo por lo cual sentirnos afortunados (personas con las que contamos, posibilidades que alivian el dolor, un cuidado, una demostración de amor, etc.). Lejos de ser una apreciación conformista, representa una mirada expandida de la propia vida que nos permite observar el bosque completo y no solo el árbol. Cada noche enumera como un hábito cotidiano, al menos tres cosas que valoras, así tal cual están.

3- Identifica tu tendencia a la negatividad

Identifica tu tendencia a la negatividad. Estamos genéticamente diseñados para focalizarnos en la amenaza y en la falta, para prevenirnos de lo que puede salir mal. Esto hizo que lleguemos como especie vivos hasta aquí. Entrenar la mirada apreciativa es un acto de consciencia que no sale natural, requiere de la toma de decisión de cómo realmente queremos vivir.

4- Expresa tu agradecimiento

Expresa gratitud. Pon en palabras aquello digno de agradecer. Escúchate agradeciendo, siente tu cuerpo en estado de gratitud y cómo la mente se va despejando para ve lo que antes no veía por estar demasiado distraída.

5- Suprime tu tendencia quejarte y lamentarte

Asume el compromiso de no quejarte ni lamentarte por un tiempo. “Péscate” cuando estás a punto de… gruñir, protestar, maldecir, refunfuñar. Este es un complemento que nos ayuda a estar más abiertos y dispuestos a ver lo que no vemos cuando “el cielo está cubierto”.

Si cada día logramos hacer pequeños gestos de gratitud y reconocimiento, iremos generando un impacto positivo en nuestra vida y en la vida de los demás. Tratemos de dar las gracias cada día a una persona y también a nosotros mismos por nuestros esfuerzos y esmeros, seamos amables, abramos el corazón, miremos alrededor y la gratitud allí estará esperando ser puesta en palabras. Alabemos la generosidad, la valentía, la autenticidad, la bondad y la buena disposición. Comencemos desde nosotros mismos una ola de gratitud, y notemos la diferencia que puede hacer en nuestro interior, en nuestro alrededor y en el mundo en general. Lo pequeño, lo nimio, lo que de manera aislada nos parece insignificante, en la suma hace a lo importante.

La vida está en los detalles, en lo sutil, en el día a día. La vida no es para pensarla, es para ser vivida. La vida es lo que se nos escabullese de entre los dedos cuando adictos al anhelo estamos ansiando lo distinto en lugar de inclinar la mirada hacia lo que merece un acto de humildad y gratitud hacia lo que es y podría dejar de ser.​

No esperemos que la vida nos muestre lo importante detrás de la vendas de la ignorancia de lo que no podíamos ver cuando estábamos presos de la ambición y la insatisfacción insana.

La práctica de la gratitud es un recurso con el que cuentas para incrementar tu porción de felicidad. Que está acá, ante tus narices… no siempre un paso más allá.