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La importancia de la “Coherencia Interna” para sentirnos en paz

Por Corina Valdano

11 de febrero de 2018

Coherencia Interna: sentir, pensar y actuar en la misma dirección

Coherencia Interna… para muchos este es un término nuevo que pueden comenzar a utilizar y aplicar, para otros será un recordatorio de la relevancia que tiene el “co-laborar” para que el sentir, el pensar y el actuar se sintonicen de manera tal que la música que emerja sea una melodía digna de escuchar. Enfatizo la palabra colaborar, porque realmente es una ardua labor de cooperación y comunicación entre esas instancias a las que muchas veces les cuesta dialogar y acordar.

¡Cuántas veces nos encontramos actuando de maneras muy diferentes a lo que nos aconseja nuestra más sensata conciencia! Cuando la incongruencia toca nuestra puerta, nos fragmenta en mil pedazos. Sentimos una cosa, pensamos otra y hacemos lo contrario. Como resultado de esta escisión, nuestros auténticos valores quedan distanciados de nuestros modos de actuar más primitivos y como consecuencia nos sentimos enajenados de nosotros mismos.

¿Cómo comenzar a maniobrar con nuestras incongruencias?

Desarrollar esta habilidad requiere el esmero de volvernos diestros equilibristas de nuestras tendencias más impulsivas. Si el término “incoherencia interna” resuena en tu conciencia… es porque sos de esas personas que se esmeran en ser cada vez más consistentes y beneficiosas para sí mism@s y para otras. Las personas necias lejos auto-observarse, van por la vida sin detenerse a interrogarse. En verdad, quienes no se topan con sus propias incongruencias es porque viven en estado de inconsciencia. Les falta poner luz en sus propias torpezas y oscuridades porque, en definitiva, la contradicción es inherente al ser humano.

Ser una persona “integra” requiere del trabajo de integrar todas nuestras partes, las que nos enorgullecen y las que nos avergüenzan, las que mostramos y las que ocultamos. Cuando aceptamos que no siempre actuamos de las maneras que deseamos, cuando nos reconocemos humanos falibles, podemos recién entonces, tomar la decisión de mejorarnos y aspirar a la coherencia interior, fuente de gran felicidad y satisfacción personal.

Cuando aceptamos que no siempre actuamos de las maneras que deseamos, cuando nos reconocemos humanos falibles, podemos recién entonces, tomar la decisión de mejorarnos y aspirar a la coherencia interior, fuente de gran felicidad y satisfacción personal.​

Cuando la Incongruencia comienza a pesar

A veces, ceder a un impulso o una tentación inferior, tiene el terrible costo de tener que lidiar luego con el peso que nos recuerda la fuerza de un determinado valor. Una persona que cede a una aventura amorosa entrará en disonancia consigo mism@ cuando el valor de la familia y la lealtad se le presente en su mente con la claridad y la fuerza de la evidencia de lo primordial. Una persona honesta que se queda con un vuelto de más, llegará a casa y seguramente comenzará a sentir cierto malestar que no tardará demasiado en identificar. Una persona responsable sentirá incoherencia interna si le pagan un sueldo por un trabajo con el cual no se comprometió, o sabe que no dio de sí lo mejor. No hace falta la sanción exterior cuando una consciencia en evolución pide explicación.

No hace falta la sanción exterior cuando una consciencia en evolución pide explicación.

Desde el acto disonante más intrascendente hasta el más penoso y embarazoso, tiene un efecto en nosotros y en los demás que no podemos obviar. Una alerta de nuestra lúcida conciencia, nos recuerda la más profunda Esencia Originaria, aquella parte fundamental que yace detrás de nuestra torpe y contradictoria personalidad.

La Personalidad muchas veces nos lleva a reaccionar sin pensar en las consecuencias de nuestro actuar. La Esencia, en cambio, nos orienta desde la ética universal. Es una voz interna, que no debemos confundir con la instancia crítica moral que estamos acostumbrados a escuchar. Esta última es incisiva, como pájaro carpintero nos marca todo el tiempo lo que está bien o está mal y nos fuerza a actuar desde la obligación más que desde la conciencia de responsabilidad.

Detrás de esta voz corrosiva, descansa otra voz que solo interviene con el propósito de ayudarnos a madurar lo que ha de ser trascendido. Con tono más delicado nos recuerda lo que en la dinámica diaria a veces olvidamos: nuestro mayor capital son los valores que orientan nuestra ética universal. La honestidad, la verdad, la solidaridad, la cooperación, la generosidad, la bondad, la compasión, son algunas de las cualidades humanas que trascienden fronteras y van más allá de cualquier cultura, religión, raza o tradición. Son los valores no aprendidos en un marco contextual, son aquellos que cooperan con el avance y progreso de nuestra conciencia como humanidad. Cuanta más congruencia interna se siembra en lo individual, más cohesión cosechamos como colectividad.

Cuando transgredimos un valor sustancial se incrementa la grieta de nuestra incoherencia interna y perdemos serenidad.

La incoherencia interna, nos demanda enorme energía… Nos fuerza a justificar y a argumentar para no sentirnos tan mal. En cambio, cuando los valores universales ofician de faro de nuestras acciones, podemos elegir obrar en correspondencia con lo que queremos sentir como consecuencia. Así, la armonía, serenidad y la paz interior son cualidades que se cultivan a cada paso que damos, con cada decisión conciente que tomamos. No hay sahumerios, no hay aromas, ni música de relajación que maquillen “lo que no” para que quede mejor. No hay maestro, santo ni dios que ilumine o purifique lo que ha de ser conquistado como fruto de un trabajo interior. Es necesario aceptar lo áspero, lo rudo, lo sombrío en cada uno de nosotros para que emerja lo delicado, lo más conciente e iluminado. Somos como ostras que escondemos una perla, que solo se obtiene con la apertura y el despliegue de nuestra conciencia. Como celebres alquimistas podemos transmutar el plomo en oro. Reconocer nuestras incongruencias es el paso más auténtico que podemos dar para que emerja lo más valioso en cada uno de nosotros.

Nadie se ilumina fantaseando seres de luz, sino haciendo conciente su oscuridad. Carl Gustav Jung

Ante cada decisión, ante cada comportamiento u omisión, lo saludable y enriquecedor es pausar la marcha y anticipar cómo nos sentiremos como consecuencia de esa semilla que acabamos de sembrar. ¿Obtendremos como cosecha entereza, fortaleza, bienestar y congruencia interna? O por el contrario, ¿nos conformaremos con un placer que se desvanece cuando lo importante emerge? ¿Nos orientamos desde los valores de nuestra Esencia o solo nos limitamos a obedecer los caprichos del ego que busca tener razón en detrimento de la paz interior?

Aprender de nuestras experiencias anteriores, reconocer el “sabor personal” que sentimos cuando la marea emocional pasa o la satisfacción inmediata no alcanza, es fruto de una persona que se piensa a si misma mirando su propia obra y trabaja para sentir dignidad y paz, en lugar de sacar partido y ventaja de cualquier vana eventualidad. Pensarnos como seres en proceso a largo plazo, es un resguardo para no caer en los anzuelos que la Vida nos pone a corto plazo, ¿para dañarnos? No, para que entrenemos nuestra conciencia al punto de darnos cuenta de lo que realmente vale la pena, y diferenciarlo de lo que no…

Reconocer el “sabor personal” que sentimos cuando la marea emocional pasa o la satisfacción inmediata no alcanza, es fruto de una persona que se piensa a si misma mirando su propia obra y trabaja para sentir dignidad y paz, en lugar de sacar ventaja de cualquier vana eventualidad.

Te invito a que te preguntes ¿Cuán coherente estás siendo en tu vida? Conseguirlo es conquistar gran parte de la tranquilidad y de la calma mental que necesitamos para sentirnos a gusto con quienes estamos siendo día a día.