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La Mentira ¿Cómo nos afecta a nosotros mismos y a nuestras relaciones?

Por Corina Valdano

19 de septiembre de 2019

¿Cómo nos afecta la mentira?

Mentimos por deporte, por hábito, por cobardes, para zafar, para agradar, para cumplir con las expectativas de los demás. Sin embargo, lo que nos evita un problema ahora mismo, puede ocasionarnos grandes dilemas a largo plazo. ¿Por qué? Porque mentir tiene un costo elevado en la medida en que nos acostumbramos a hacer de este hábito un modo de vida para salir “aireados” de una situación que requeriría de valentía para decir la verdad. Aunque la verdad al comienzo, nos exija un poco más, ¿no es cierto?

Hay mentiras más graves que otras, las hay de todas las formas y colores. Entre ellas, las llamadas mentiras piadosas o “blancas”, cuya intención a veces es evitar un mal mayor o lidiar con un conflicto innecesario.

Sin embargo, acumular mentiras “piadosas” termina generando una fuga de energía increíble. A veces también sucede que una mentira lleva a otra y lo que era pequeño se vuelve un berenjenal o una inmensa bola de nieves.

Mentir, distorsionar la realidad u omitir, nos fuerza a recordar lo que dijimos para no contradecirnos, a cuidarnos de “no pisar el palito”, a no dejar pistas y a ocultar evidencias que puedan hacer caer la torre de naipes construida sobre la base de jugadas falsas.

Mentir nos quita Paz

La felicidad tiene mucha relación con la paz y la tranquilidad mental. Desde la psicología transpersonal, en donde hay menos interpretación y más corazón, más conexión con la vida cotidiana, con la vida real y no tanta intelectualidad, se acompaña a la persona a que viva una vida cada vez más ética porque no hay una mente relajada si no esta asentada sobre una base ética. Y esto nada tiene que ver con el castigo o con creencias religiosas, es algo mucho más profundo y hondo. Venimos a esta vida a expresar nuestra verdadera esencia, nuestro Ser, y cuando nuestra personalidad, que equivale a nuestro ropaje, a nuestra manera de posicionarnos en el mundo y de relacionarnos con los demás, está des-alineada o fuera de eje respecto de nuestra esencia originaria, generamos una enorme fricción interna, una contradicción interior que nos sobrecarga y nos erosiona por dentro. Por eso, decir la verdad nos libera, nos aliviana. Por más que duela y tenga consecuencias, quien dice la verdad y también quien la recibe, ambos entran en congruencia y concordancia.

Veamos qué pasa con la mentira en la persona que padece del engaño o la traición...

Por más que duela y tenga consecuencias, quien dice la verdad y también quien la recibe, ambos entran en congruencia y concordancia.​

¿Cómo se siente el engaño?

Cuando nos enteramos de la verdad, “nos enteramos”, es decir: nos volvemos “enteros”.

Esas piezas que estaban sueltas, aquello que no nos cerraba, de pronto se ensambla, encaja y deja de hacernos ruido aquello que estaba suelto dentro nuestro. Cuando nos enteramos de una mentira o de lo que se nos mantenía oculto, nos damos cuenta de que “siempre supimos la verdad”, es como si uno comenzaría a unir los puntos y a armar la figura completa.

¿Cómo es que sabíamos lo que creíamos no saber?

No es brujería, es neurociencia. Cuando nos mienten, preferimos poner atención en lo que nos dicen verbalmente, hacemos foco allí y dejamos de lado el fondo. El fondo forma parte del contenido subliminal, que son las sensaciones y las emociones que percibimos sin que nos demos cuenta, sin que nuestra consciencia se percate de esos detalles, por ejemplo: la inteligencia de nuestro inconsciente registra las contradicciones en el discurso de nuestro interlocutor, la incomodidad de quien miente, la respiración, el sudor, el movimiento de las manos, las miradas desviadas, la voz entrecortada, etc. Cuando nuestro inconsciente “capta” lo que nuestra consciencia no, hay una fuerte contrariedad, que llega a ser hasta orgánica y nos pesa una barbaridad. Sin embargo, elegimos confiar en lo que nos dicen, priorizamos el criterio de realidad porque no tenemos base “objetiva” para lo que experimentamos en nuestro interior, entonces lo desestimamos, lo dejamos a un lado. Pero eso no desaparece, sigue estando allí, esa energía sigue dando vueltas y buscando, a veces sin que nos demos cuenta, evidencias que avalen lo que sentimos en nuestra interioridad.

Las neurociencias nos dicen que hay toda una gestualidad de la mentira que es universal y que todos los seres humanos estamos capacitados para captarla. Es por eso por lo que les decía que no es cosa de brujería, sino que hay personas que naturalmente o por entrenamiento son más intuitivas que otras. Aun así, a veces preferimos auto-engañarnos porque nos duele la verdad, esto quiere decir que los demás nos engañan en aquello que primero elegimos engañarnos a nosotros mismos. Sin embargo, no hay vínculos íntimos ni sanos que estén fundados en la falsedad y la deslealtad. Es a partir de “blanquear” que se pueden construir vínculos de verdad.

Hay una gestualidad de la mentira que es universal y todos los seres humanos estamos capacitados para captarla y decodificarla.

¿Se puede seguir adelante con una relación después de una traición a la lealtad?

La respuesta depende de quien se la conteste. Hay personas que pueden y otras que no. Lo que sí puedo afirmar es que nada verdadero se puede construir ni re-construir si no hay sinceridad.

La palabra sinceridad significa “sin/caries”, es decir, sin podredumbre. Un vinculo que ha limpiado sus impurezas y suciedades, es un vinculo que deja de oler mal, que deja de estar viciado por lo contaminado y recién entonces puede remontar más auténtico y liviano. Sin “segregar” lo podrido desde lo oculto, de allí deriva la palabra “secreto”.

Un vinculo para ser autentico requiere de un ingrediente fundamental: la confianza. Tenemos confianza cuando nos tenemos fe el uno al otro. Por supuesto, es muy doloroso digerir la verdad, pero más lo es vivir en la contradicción y soportar la fuga de energía que exige tanto sostener una mentira, en quien miente, como mirar para otro lado, en quien es engañado.

Mentir cualquiera sea su propósito, nos vuelve la vida más rebuscada y complicada. De la misma manera que decir la verdad, nos vuelve la existencia más simple y sencilla porque no tenemos que estar dibujando lo desdibujado o poniéndonos caretas que nos resultan incómodas llevar puestas.

Cómo la Mentira y la Verdad impactan en nuestro Cerebro

La realidad tal como la percibimos requiere para tener consistencia en el plano biológico que el cerebro este tejido de una determinada manera, es decir, que determinadas redes neuronales den sostén a nuestra realidad externa. Este entramado neuronal nos dice, por ejemplo, que mi pareja es quién es, que mi familia está compuesta de una determinada manera, que mi padre es confiable, etc. Cuando nos “enteramos” de un engaño, esas conexiones neuronales que le daban base a nuestra realidad exterior tal como la percibíamos, entran en cortocircuito y se desgarran. Nos invade de repente el caos porque la cruda verdad inválida lo que era y no sabemos qué es lo que queda, qué es real y qué no lo es. Y de repente nos encontramos preguntándonos: ¿Cómo es que mi pareja no es quién pensaba que era? ¿Cómo que esa amistad tan confiable no lo era? ¿Cómo que tengo un hermano del que no sabía de su existencia?

La verdad desteje lo tejido tal como estaba y es entonces que necesitamos tejer lo nuevo con hilos más auténticos. Enmendar es seguir en el autoengaño, destejer y volver a tejer es más trabajoso, pero a la larga es más satisfactorio. Digerir la verdad lleva tiempo, tal como una herida en el cuerpo, la psiquis necesita cicatrizar lo que sintió como traición, y si se logra trascender el dolor, la tristeza y el enojo de un comienzo, es posible re-construir el entramado vincular desde un renovado lugar, donde ya nada huele mal. El trabajo es muy arduo, pero da paz. Posicionarnos desde la verdad y la sinceridad aliviana cargas. Un vinculo se vuelve intimo y profundo cuando no hay nada que ocultar, ni nada turbio contaminando el ambiente relacional.

La verdad desteje lo tejido tal como estaba y es entonces que necesitamos tejer lo nuevo con hilos más auténticos. ​

Necesitamos practicar la sinceridad primero ante nosotros mismos y luego para con los demás. Tener bien en claro primero lo que queremos y lo que no, lo que permitiremos y lo que no, lo que nos parece correcto y lo que no, nos ahorrará mucho tiempo y agotamiento, evitando caer en situaciones de elevado desgaste emocional.

La honestidad ha de ser una forma de vida para sentirnos personas integras. La mentira, por el contrario, nos des-integra en diferentes partes para que la verdad no se vuelva una pieza entera visible. Practicar la sinceridad higieniza nuestras relaciones, a la vez que nos vuelve personas más auténticas y de una sola pieza, como la buena madera o el buen mármol. Y con una buena materia prima podemos sentirnos en armonía y cosechar los frutos de relaciones bien nutridas.