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¡Justo a mí me tocó ser yo!

Por Corina Valdano

16 de diciembre de 2020

Hartarnos de ser quienes somos

Como decía Mafalda… ¡Justo a mí me va a tocar ser yo!

A veces uno se harta de ser quien es. Se cansa de equivocarse en las mismas cosas, de cometer los mismos errores, de tropezar siempre con la misma piedra. Se hastía de sentir siempre ese “sabor de si” que ya nos aburre hasta a nosotros mismos… ya sea porque nos vivimos quejando, postergando, enojando, fastidiando o cualquier otra actitud que nos conduce a los mismos lugares de siempre, y por lo tanto, a la sensación de agobio de ser quienes somos.

Uno podría pensar… ¡qué lamentable ser uno mismo quien no se soporta! Qué fastidio convivir las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año y toda una vida, con quienes estamos pudiendo ser y no nos gusta… Pero no. En verdad, puede ser una buena señal, una ocasión para evolucionar. Vestigio de que nuestra personalidad nos queda chica y es hora de ampliar, de desplegar una identidad más abundante y espaciosa. Un nuevo “Yo” que abarque actitudes, comportamientos y hábitos que nos beneficien y favorezcan el despliegue de una mejor versión de un@ mismo.

Lejos de alarmarnos, es normal y hasta deseable agotarnos de ser siempre l@s mism@s, peor sería que pasen los años y sigamos en el mismo lugar evolutivo.

La Insatisfacción Óptima

Ken Wilber, pionero de la Psicología Transpersonal, forjo el concepto “insatisfacción óptima”, que aplicada al tema que les estoy compartiendo, podría comprenderse como la porción justa de descontento que necesitamos para dar lugar a un proceso de cambio, de transformación personal, para decir ¡basta! a lo que nos harta… para poner límites que no estábamos poniendo, para salirnos de relaciones tóxicas, para dejar de intoxicarnos nosotros mismos, o dejar de maltratarnos con lo que de sobra sabemos que nos daña. Una persona que se piensa así misma atraviesa por estos períodos de crisis y de alquimia personal que conduce a transformar el plomo en oro. A convertir aquello que ya no nos sirve más, en materia prima para aumentar nuestro capital de sabiduría para transitar la vida con más consciencia y lucidez. Así que lejos de alarmarnos, es normal y hasta deseable agotarnos de ser siempre l@s mism@s, peor sería que pasen los años y sigamos en el mismo lugar evolutivo.

El desafío es habilitar la pregunta que pone movimiento a este estancamiento: ¿y qué pasaría si sería diferente a como soy? En lugar de quedarnos atascados en la afirmación “yo soy así”. Cuando nos comprendemos como procesos y no como resultados acabados podemos reactualizar nuestra identidad a partir de introducir el milagroso “¿Y si…?” ¿Y si dejó atrás esta tendencia impulsiva? ¿Y si empiezo canto, pintura o aquello que vengo postergando? ¿Y si tomo distancia de esta persona que me daña? ¿Y si me animo a estudiar lo que me gusta y dejo a un lado las excusas? ¿Y si dijera que sí a lo que casi automáticamente digo que no? Porque el “hartazgo de si” puede ser señal de que estamos transitando siempre por el mismo lugar. Y algo dentro nuestro nos late para recordarnos que no estamos desplegando lo mejor de sí, o que quizás estamos siendo menos de todo el potencial que vinimos a manifestar.

Cuando hay partes nuestras que se sienten auto-traicionadas y reclaman “pista” para aterrizar, aparece el síntoma, el malestar, como señal de alarma para mirar hacia adentro y averiguar qué nos pasa. Quienes piensan que el problema está afuera, que son los demás o las circunstancias… se pierden la posibilidad de dar una vuelta en la espiral de evolución. En cambio, quienes se hacen cargo, ejercitan el “Stop, Look, and Go” y antes de seguir avanzando observan bien hacia dónde quieren seguir dando sus pasos.

E​l “hartazgo de si” puede ser señal de que estamos transitando siempre por el mismo lugar. Y algo dentro nuestro nos late para recordarnos que no estamos desplegando lo mejor de sí, o que quizás estamos siendo menos de todo el potencial que vinimos a manifestar.

Dejar atrás partes nuestras para evolucionar

Cuando hay partes nuestras con las que ya nos cuesta convivir, necesitamos divorciarnos de ellas, dejarlas a un lado y reconocer que son solo “partes” menos evolucionadas, que ya no se corresponden con quienes deseamos ser, no es nuestra identidad entera. Y si así lo fuera, tampoco nuestra personalidad nos define de una vez y para siempre si nos damos la oportunidad de dejar atrás nuestras etiquetas y damos lugar a nuevas experiencias que nos dejen “nuevos sabores” que nos ayuden a reactualizarnos y a sentirnos más a gusto con quienes somos.

A veces sucede que evolucionamos en consciencia, que nos damos cuenta de cosas que antes no, que nuestras necesidades cambian. Y si nuestra personalidad no nos acompaña, si nuestros comportamientos, nuestros hábitos y elecciones permanecen igual, nos sentimos desalineados con respecto a los valores que hoy deseamos encarnar. Este desacople es una llamada a inaugurar nuevas actitudes, más acordes y en coherencia con quienes deseamos ser. Quizás detrás de nuestra resistencia al cambio, habita un verdadero milagro de quienes podríamos llegar a ser...

En cambio, si nos apocamos, si somos menos de lo que vinimos a Ser (no hacer) nos habita un sabor insípido que de a ratos nos cansa o nos fastidia. Construirnos una vida provechosa, exige la participación de cada protagonista y la valentía para restaurar la personalidad cuando nos quede pequeña, ya no nos represente, ciertas partes sean tóxicas o hayan quedado desactualizadas.

Descubrir nuevas formas de ser quienes somos, nos renueva y nos conecta con un contento interior que nos devuelve la calma y el gusto de ser quienes somos.

¡Justo a mi me viene a tocar ser yo! Y si… a todos nos tocan cartas que no nos gustan, pero lo cierto es que contamos con la posibilidad de jugarlas de la mejor manera si en lugar de irnos al maso y darnos por sentado, nos animamos a ir más allá de la queja y el hastío. Las vidas sin propósito son vidas mustias e insípidas. Descubrir nuevas formas de ser quienes somos, nos renueva y nos conecta con un contento interior que nos devuelve la calma y el gusto de ser quienes somos.