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Emigrar o viajar de a dos

Por Corina Valdano

2 de marzo de 2019

¿Nada como ir juntos a la par?

Emigrar y viajar por el mundo moviliza un centenar de emociones distintas y hasta a veces contradictorias. A veces nos sentimos agradecidos a la vida y a nosotros mismos por habernos animado a vivir una experiencia fuera de nuestra cuna originaria. Otras veces, nos sentimos tan cansados, desbordados y nadando en la incertidumbre, que desearíamos un oasis de estabilidad y certeza donde poder descansar.

Ansiedades, duelos, temores, entusiasmo, decepciones, preocupaciones, asombro, curiosidad, subidas y bajadas, hoy queremos una cosa, mañana queremos otra, amamos, detestamos, extrañamos y tampoco nos queremos volver…

A veces nos cuesta tanto comprendernos a nosotros mismos… que si a este enredo, le sumamos el tener que comprender los procesos por los que está atravesando nuestra pareja y cuidar su sensibilidad, la montaña rusa emocional puede colapsar.​

Viajar de a dos, tiene sus ventajas: alguien con quien compartir, planear, visitar, dividir responsabilidades, acompañarse, pelearse (porque a veces lo necesitamos, también...). Sin embargo, “viajar de a dos”, también tiene sus complejidades y embrollos.

Cuando se está en pareja, la decisión de emigrar se toma generalmente de a dos. Se va edificando un proyecto compartido que cuando cobra forma, se preparan las valijas. Partimos desde el mismo lugar, con los mismos temores, la misma ansiedad y ¿por qué no? el mismo entusiasmo (aunque esto no siempre es así, a veces uno de los dos es el o la “que tira más”, y otro acompaña o sigue).

Hay razones compartidas y razones personales por las que se elige soltar amarras. Las razones compartidas pueden ser la situación del país de origen, las oportunidades en el extranjero, aprender un idioma, vivir una experiencia distinta. Y las razones personales pueden ser “ponerse a prueba”, tomar distancia, querer una vida nueva, vencer trabas, crecer profesionalmente, formarse, empoderarse, y cada quien puede agregar aquí sus propias motivaciones.

Al aterrizar las cosas pueden cambiar...

Una vez la vida en el nuevo lugar…las cosas pueden cambiar ¡y mucho! Cada quien va procesando su experiencia a su manera. Puede que el que “seguía al otro” ahora tome más iniciativa, y el que primeriaba ahora quiera “tirar la toalla”. También puede suceder que uno extraña y se quiere volver y el otro se siente en la cima de la montaña y descarta la posibilidad de dar vuelta atrás.

Viajar de a dos tiene ese tipo de complejidades, uno puede estar pasándosela fenomenal y el otro padeciendo y atrapado en la nostalgia. Cuando acontecen estos desencuentros, la hipersensibilidad en la pareja se incrementa una enormidad y pueden aparecer frases lapidarias como: “ponéle onda”, “yo te lo dije”, “vos porque sabes el idioma”, “yo me vuelvo, vos si querés quédate”, “yo me quedo, vos si queres ándate”, “me dejas a un lado”, “estás todo el tiempo encima…” . Cuando el horno esta caldeado, lo mejor es respirar hondo, hacer una pausa y no seguir la conversación. ¿Por qué? Porque cuando uno está en un escenario completamente nuevo, transitando emociones extrañas y en etapa de transformación, todo, todo, toooodo se intensifica y podemos llegar a decir y tomar decisiones repentinas de las cuales nos podemos arrepentir.

Lo que no puede faltar a la hora de aventurarse a la par

Cuando se viaja en pareja hay cosas que en la valija no pueden faltar: tolerancia, aceptación, compasión, compañerismo y amorosidad.

Tolerancia

Para sobrellevar los cambios emocionales por los que cada quien va transitando, para comprender que los tiempos de uno pueden no ser los del otro, para comprender que aprender “lo nuevo” para uno puede ser un desafío y para el otro puede ser un fastidio, para “soportarse” mutuamente en una etapa completamente diferente para ambos. Con “soportarse” me refiero a volverse un soporte emocional confiable y amoroso del otro cuando ese otro no está pudiendo o su ritmo es otro. Y esto último me lleva al siguiente condimento de un buen equipo viajero, el compañerismo.

Compañerismo

Además de ser pareja, cuando se está lejos de a dos, se le suma a la pareja la amistad. Aquellas cosas que se contarían a un amigo o a una amiga, ahora se comparten con la pareja, porque es a quien uno tiene cerca. La pareja termina siendo un amigo, un psicólogo, un médico, un asistente, un hijo, un padre, una madre, un hermano y todos los roles habidos y por haber. Esta etapa de fraternización y lealtad, si es bien aprovechada, puede ser una excelente oportunidad para conocernos uno al otro en profundidad. Y si es utilizada de manera desleal, puede ser fuente de mucho dolor. Conocer las vulnerabilidades y puntos débiles de la otra persona y usarlos en su contra en una discusión, puede hacer mucho daño. Ser compañeros es facilitar, brindarse, escuchar, comunicar, ser paciente y aceptar… ¿aceptar qué? Y aquí va el tercer ingrediente.

Aceptación

Para asumir que aunque estemos viviendo la misma experiencia, podemos estar sintiéndola de manera muy distinta. A veces quien está a gusto con el cambio y la vida nueva, no acepta o le cuesta asimilar que su pareja este sintonizando otro canal. También puede suceder que uno se quiera quedar y el otro se quiera volver, que uno quiera seguir viajando y el otro ansié tierra firme y estabilidad. Aceptar sin juzgar ni subestimar los sentimientos del otro, puede determinar que la pareja se fortalezca o se desaparezca. Aceptar, no es necesariamente estar de acuerdo, sino respetar lo que el otro está sintiendo con empatía y compasión. Y, llegamos al cuarto condimento…

Compasión

Para tratar de aliviar el dolor del otro si no la está pasando tan bien como yo, para aligerar sus cargas, para interesarnos en lo que está sintiendo y cómo lo está sintiendo. Cuando del otro lado nos encontramos con un gesto de compasión y amorosidad, las barreras se bajan y las distancias se acortan y hay predisposición para llegar a puntos de encuentros, a acuerdos compartidos, teniendo en cuenta la sensibilidad, los deseos, las ganas, las búsquedas y los intereses de ambas partes por iguales. Y esta mutua consideración, es gracias a la amorosidad

Amorosidad

Para tratarnos con cariño y darnos aliento, para acompañarnos a transitar un camino nuevo, con encuentros y desencuentros, llantos y alegrías, inseguridades y certezas, pero siempre a la par. Sabiendo que el otro hace lo que puede y que no siempre puede igual. Reconociendo que el amor y la elección por seguir juntos, los llevo a seguir la misma historia en un lugar completamente distinto y con nuevos desafíos.

La importancia de "no darnos por sentado"

Viajar de a dos exige re-actualizar la pareja cada tanto para re-conocer quién está siendo “ese otro” con quien iniciamos esta aventura. Viajar “nos cambia” no solo a nosotros, sino también a quien/es viajan con nosotros. La comunicación , la intimidad, la complicidad para “sabernos” uno al otro es fundamental en experiencias como estás en donde las emociones emergen como volcán, las preguntas aparecen, las respuestas cambian drásticamente, las preferencias, los gustos y valoraciones mutan a gran velocidad. Re-actualizarnos supone preguntarnos ¿quiénes estamos siendo hoy a diferencia de quienes tomamos hace tiempo aquel avión? Re-elegirnos desde la plena consciencia después de tanta movilización interna, sin dar por sentado quien es ese otro, ayuda a madurar la pareja, a ponernos al día respecto de lo que cada uno espera en cada nueva etapa y a generar puntos de encuentros y acuerdos compartidos para poder seguir recorriendo los caminos elegidos de a dos, de a tres o de a varios… En mi caso somos tres, mi pareja, yo y mi hijo de seis años, que nos recuerda que además de ser pareja, somos familia y que la familia se consolida cuando la dupla funciona en armonía y comprensión mutua.

Viajar por el mundo o establecerse juntos en algún lugar del mundo es una gran oportunidad de crecimiento personal y compartido. Y nunca debemos olvidar, que no por estar lejos de casa… somos una masa indiferenciada ni una extensión del otro.

Para que haya dos primero tiene que haber uno, para poder compartir, se necesita tener lo propio. Una pareja saludable respeta y alienta los espacios individuales, favorece las aspiraciones de su pareja, motiva los proyectos personales y crece en las diferencias y las desavenencias.​

¿Cómo está siendo tu experiencia de viajar o vivir fuera en pareja? ¿Llevan vayan donde vayan el kit de ingredientes fundamentales para una pareja aventurera saludable?

¡Ojalá que sí! Sino, ya sabes cuáles necesitas, practícalas con tu pareja hasta que se vuelvan parte de tu equipaje fundamental y esencial