Volver al sitio

Cómo ser cada vez más "Uno Mismo"?

Por Corina Valdano

5 de diciembre de 2019

Sobre ser Uno Mismo...

¿Qué es la Esencia y qué es la Personalidad? ¿Cómo vivir en “coherencia interna”? ¿Cómo alinear nuestra Esencia y nuestra Personalidad? Cuando decimos “Yo Soy” ¿A quien hacemos referencia?

Nuestra Esencia, es la porción del Todo que habita en cada uno de nosotros. Esta Esencia innata, no condicionada, necesita de una Personalidad y de un Cuerpo para transitar su experiencia humana.

Nuestra "Personalidad" no es más que un repertorio de aprendizajes, de condicionamientos y de mecanismos de supervivencia, que se van adhiriendo a nuestra identidad esencial, conformando una especie de costra, una identidad artificial. Por lo cual, aquello que llamamos “Yo” no es más que un revestimiento superficial de lo más esencial que yace en nuestro interior.

Nuestra "Personalidad" no es más que un repertorio de aprendizajes, de condicionamientos y de mecanismos de supervivencia, que se van adhiriendo a nuestra identidad esencial, conformando una especie de costra, una identidad artificial​

El inconveniente y la sensación de enajenación aparecen cuando ese personaje provisional que construimos a fuerza del bendito “deber ser”, se nos encarna y olvidamos que no somos “nuestras máscaras”.

Nuestra personalidad se va esculpiendo a partir de todas las experiencias que vamos viviendo, del mismo modo que la exposición a nuevas experiencias junto con las emociones adheridas a ellas, tienen la capacidad y el poder de re-actualizarla si abandonamos la tendencia tan humana a quedarnos fijados en la cómoda creencia llamada “Yo soy así”.

¿Personalidad vs Esencia?

Nuestra personalidad no es necesariamente opuesta a nuestra Esencia. Tendemos a polarizar desde la mente y a concluir que la Esencia es “pura y buena” y que el Ego o la Personalidad “impura o mala”. Nada más lejos que eso… La Personalidad es absolutamente necesaria para sobrevivir y adaptarnos a este mundo. Lo disfuncional acontece cuando la Personalidad no representa a nuestra Esencia. Cuando en lugar de ser vehículo de expresión de nuestra Esencia nos conduce por caminos que nada tienen que ver con quienes por dentro nos sentimos ser, por ejemplo: una esencia creativa en un trabajo de oficina, una esencia aventurera en la monotonía de una rutina, una esencia social en situación de destierro y soledad.

La Personalidad para ser funcional debe vehiculizar la expresión de nuestra naturaleza Esencial. Aquella inclinación y tendencia primordial que yace debajo de todos nuestros aprendizajes condicionados.

Cuando niños, vamos olvidando “quienes somos” en detrimento de quienes los demás esperan que “seamos”. Vamos monitoreando la mirada de los demás y deformándonos en función de lo que decodificamos como aquello que será aprobado, primero por nuestros seres más amados y luego esa necesidad de agradar se extiende hacia nuestro grupo de pares y hacia la sociedad en general. Es entonces cuando la personalidad entorpece en lugar de facilitar la expresión de nuestra interioridad. Cuando esto acontece sentimos que no estamos siendo quienes vinimos a ser. “Eso” que experimentamos dentro como “sensación de falta”, es en verdad aquello que nos sobra… ¿Qué nos sobra? Nos sobran miedos, carencias, complejos, inseguridades y preocupaciones, que como capas y capas de una cebolla van recubriendo y ocultando nuestro verdadero “Sí Mismo”.

La Personalidad para ser funcional debe vehiculizar la expresión de nuestra naturaleza Esencial. Aquella inclinación y tendencia primordial que yace debajo de todos nuestros aprendizajes condicionados.​

Reconectando

Cuando de adultos, no logramos re-sintonizar con nuestra Esencia, sentimos una sensación de traición y de extrañeza. Como si algo que necesita ser parido y sacado a la luz, quedase a medio camino, relegado por nuestro temor a ser “impopular”, a no encajar. Entonces, acabamos diciendo que sí queriendo decir que no, hacemos lo contrario a lo que nos dicta el corazón… Al principio, nuestra Esencia (como puede) reclama su lugar, intenta llamar nuestra atención a través de susurros, de sincronicidades, de tristeza, de malestar, de una sensación de vacío, de síntomas físicos hasta de enfermedades más severas. Cuando logra “despertarnos” de la inercia, es esta nuestra oportunidad para alinear nuestra Esencia y nuestra Personalidad. Por el contrario, cuando es desoída y se cansa de gritar, la Personalidad toma total dominio y nos mecanizamos sin siquiera detenernos a preguntarnos si estamos o no viviendo la vida que deseamos.

Los niños son Pura Esencia

Cuando observamos a un niño, fácilmente se torna visible su vívido entusiasmo, su anhelo por explorar, por aprender, por descubrir. Su capacidad de asombro y de maravillarse está a flor de piel. A medida que la Personalidad va poniendo capas y más capas, logra de a poco eclipsar su espontaneidad. Es entonces que esa inspiración innata pierde resplandor y la conducta se torna cada vez más rígida y artificial.

Sin embargo, siempre estamos a tiempo de trabajar sobre ello, si nos encaminamos a despertar nuestra Esencia a partir de un trabajo honesto hacia nosotros mismos. Cuando miramos de frente aquello que nos damos cuenta qué nos quedó pendiente, cuando miramos de frente nuestra Sombra y ponemos luz en ella, estamos a tiempo, a la edad que sea, de vivir una vida más auténtica y en coherencia con nuestra más pura naturaleza.

Cuando de adultos comenzamos a re-plantearnos y a hacernos preguntas, no ya desde la urgencia de sobrevivir sino desde la importancia de cómo queremos vivir, de a poco vamos alivianando las capas de nuestra cebolla para llegar a nuestro centro. Y no se trata de aniquilar nuestro ego sino de re-crear una personalidad más acorde, puliendo lo que sobra, completando lo que falta, resolviendo bloqueos internos que nos han impedido hacer contacto con nosotros mismos, y expresar quien verdaderamente somos.

Entonces, la primera personalidad la crea el mundo y quienes nos rodean. La segunda la re-creamos nosotros desde la valentía y el hartazgo de no querer seguir “negándonos”.

El 1º gráfico representa a una persona que luego de trabajar sobre sí, ha logrado alinear su Personalidad a su real naturaleza Esencial. El 2º gráfico, ilustra una Personalidad que ha quedado atrapada en las demandas externas y en su necesidad de encajar, a costa de deformarse.

Cuando nos transformamos en una especie de huevo frito no podemos transitar nuestra vida desde la coherencia, no podemos formar una pareja auténtica, desplegar una vocación plena, tener interacciones sociales reales ¿Cómo sentirnos livianos y felices con máscaras que no nos representan, en absoluto? ¿Tironeándonos de un lado para agradar y estrechándonos del otro lado para no colisionar?

Esta opción nos condena a vivir una vida pobre, determinada desde fuera. Y deja enterrada bajo tierra a nuestra Esencia.

Los invito a afilar dos herramientas fundamentales para volver a sintonizar con lo sepultado que necesita ser rescatado:

  • La Observación de Sí:

Dar un paso hacia atrás para tomar distancia de lo de siempre y comenzar a “darnos cuenta” de todo lo que hacemos por costumbre, por automatismo o por mera repetición.

  • El Estudio de Sí:

A partir de lo observado, comenzar a analizar esa información que recabamos y descifrar ante qué situaciones, ante qué personas, en qué momentos, sentimos lo que sentimos, nos pasa lo que nos pasa y eso refuerza nuestro antiguo modo de ser.

¿Te animas a parir lo que está dentro de ti? Esa es nuestra mayor responsabilidad ante la Vida, al final de nuestros días. Es, en definitiva, lo que más importa cuando ya nada importa.​

A partir de entonces, estar atentos a encontrar situaciones para “ensayar” nuevos modos de comportamientos, ya no desde la reacción sino desde nuestra capacidad de responder con consciencia ante cada acontecimiento, para acercarnos lo más posible a modos de SER cada vez más auténticos, sin tapujos ni mermeladas para disfrazar lo que ya no queremos caretear.

Por eso te invito a que te preguntes: ¿Te animas a parir lo que está dentro de ti? Esa es nuestra mayor responsabilidad ante la Vida, al final de nuestros días. Es, en definitiva, lo que más importa cuando ya nada importa.

También te puede interesar: