Volver al sitio

La sabiduría es no participar de la ignorancia

Por Corina Valdano

23 de mayo de 2018

¿Eres consciente de hacia dónde galopas tu vida?

Un relato del Budismo Zen dice…

Un hombre iba montando un caballo que iba galopando muy rápido. Otro hombre de pie junto a la carretera, le grita ¿Dónde estás yendo? Y el hombre del caballo le grita: “No lo sé, pregúntale al caballo.”

Este relato es una metáfora que resume a la perfección la vida apurada que llevamos. Cuántos de nosotros estamos montando caballos que no controlamos, estamos yendo a lugares que no sabemos, galopando apurados sin rumbo definido y sin ser conscientes del camino que estamos transitando.

Aprender a vivir con Plena Consciencia

El precepto fundamental del budismo es Vivir en Consciencia, esto es totalmente aplicable para aprender a vivir mejor en Occidente y dejar de idealizar Oriente. Podemos tomar herramientas de sabiduría oriental y aplicarlas en el monasterio más difícil: el de la vida cotidiana.

Vivir en Consciencia es saber lo que está pasando. Y no solo ser conscientes de lo que acontece ahora en el presente, sino de los efectos que nuestros comportamientos tendrán en el futuro en nosotros mismos, en los demás y en el mundo. Ser personas lúcidas supone tomar las riendas del caballo y dejar de andar a la deriva. Y antes de montarlo, tomarnos un tiempo suficiente para dialogar con nosotros mismos y preguntarnos hacia dónde vamos y también hacia dónde estamos seguro de que no queremos ir.

A veces con el caballo acelerado terminamos embarrados en pantanos por no tomar los suficientes recaudos y no vallar algunas franjas como zonas peligrosas.

Conocernos es ser capaces de re-conocer aquellas tendencias que nos pueden jugar una mala pasada en un estado de total inconsciencia.​

Si nos sabemos a impulsivos, celosos, iracundos, poco tolerantes… el mejor acto de auto-cuidado es prevenir en lugar de intervenir en momento de ebullición emocional. Habernos comprometido con anticipación e identificar qué barreras no pasar, qué cosas no decir, qué cosas no hacer y qué otras evitar nos ayuda a no tener que tomar una decisión cuando nuestra razón esta raptada por la emoción.

El principal avance en el arte de conocernos es reconocer cuáles son nuestros puntos vulnerables. Es por eso tan importante saber a dónde ir, como también saber a dónde no ir y ponernos límites saludables. Eso es ser consciente, eso es cuidarse y cuidar a los demás de nuestras partes menos crecidas y menos evolucionadas.

¿Quienes estamos siendo ahora mismo?

Según la filosofía budista es fundamental ser conscientes no sólo de lo que estamos haciendo sino también ser conscientes de quienes estamos siendo. Todo lo demás en la vida será consecuencia de quienes somos y qué hacemos en nuestro día a día. Nada es fruto del azar o de la casualidad, todo el tiempo estamos moviendo piezas en el enorme tablero de la vida. Pero en este juego, debemos tomarnos las cosas en serio. Prestar atención a nuestras palabras, a nuestras acciones y a nuestras omisiones. No solo al qué sino también al cómo. Preguntarnos con total honestidad.... lo que hacemos y dejamos de hacer:

  •  ¿qué intención tiene detrás? 
  • ¿qué huella deja? 
  • ¿qué semilla siembra? 
  • ¿qué fuerza moviliza nuestro decir y nuestro actuar? 
  • ¿mis palabras están movidas por el amor? 
  • ¿mi decir y mi acción aporta paz y reconciliación? ¿tienen el propósito de sumar, de hacer el bien, de no dañar?

Estas preguntas están presentes en quienes deciden vivir con plena consciencia y reconocen el poder que tienen para intervenir en el mundo.

La sociedad no son los otros, somos cada uno de nosotros, todo somos esa “gente” que criticamos como si fuéramos espectadores foráneos.​

Vivir con consciencia no solo implica prestar atención a lo micro en nuestra vida sino también a cómo lo micro que hagamos termina impactando en lo macro. Nuestros hábitos de consumo no deben ser inconscientes si nos propusimos realmente ser jinetes de nuestro caballo…

Debemos interrogarnos también:

  • ¿A qué contribuyo con este producto que estoy comprando? 
  • ¿De qué soy parte utilizando este servicio?
  • ¿A quién doy mi dinero para que lo reutilice? 
  • ¿En qué invierto mi preciado tiempo? 
  • ¿En qué puedo beneficiar, qué causas quiero apoyar, de qué definitivamente no quiero participar? 

Vivir con plena conciencia es dejar de esperar que los de arriba tomen medidas y hacer nuestro aporte en la dirección correcta. Encarnar los valores y sembrar las semillas que queremos cosechar en nuestra pequeña parcela, en nuestro diario vivir, en nuestra área de injerencia, es un aporte grandioso que está en nuestras manos hacer. Para hacer el bien no hacen falta grandes sacrificios, hace falta conciencia y compromiso con lo que hacemos y dejamos de hacer, así como también dejar de mirarnos apenas el ombligo y ver más allá de nuestras limitadas narices. Si buscamos solo nuestro beneficioso, en el afán de sacar ventaja y en el apuro de tomar tajada, terminaremos viendo en el mundo ese reflejo del que tanto nos quejamos.

Pasar del galope al trote y del trote al paso, nos permite apreciar y tomar consciencia de cosas que a toda velocidad no alcanzamos a visualizar. Y claro está que nadie es feliz de manera individual, no hay felicidad más sentida que la felicidad compartida. Cuando beneficiamos al resto, nos estamos dando a nosotros al mismo tiempo.

Nadie es feliz de manera individual, no hay felicidad más sentida que la felicidad compartida. Cuando beneficiamos al resto, nos estamos dando a nosotros al mismo tiempo.​

Vivir con plena consciencia es ser consciente de nuestra fuerza y nuestro poder de influencia. Hay una expresión en la filosofía budista que me gusta mucho y quisiera compartirles: “engaged buddhism”, que significa budismo comprometido. Esto es: budismo en la vida diaria, en la sociedad, no solo en los centros de retiro. “Retirarse” sirve en la medida en que luego nos volcamos en un “implicarnos” con más consciencia en la vida individual y colectiva. Estar en contacto con nosotros mismos, con nuestros sentimientos, emociones y pensamientos no es para ego-centrarnos sino para empatizar y experimentar compasión hacia los demás con mayor compromiso.

Estar en contacto con nosotros mismos, con nuestros sentimientos, emociones y pensamientos no es para ego-centrarnos sino para empatizar y experimentar compasión hacia los demás con mayor compromiso y en ese acto de humanidad compartida beneficiarnos unos con otros.​

Así es… todo empieza por uno mismo ¡pero atención! nada termina ahí. Eso es empobrecernos más que iluminarnos o volvernos sabios. Lo que empieza en uno mismo debe ser diseminado y esparcido como semillas para que de los frutos de nuestra consciencia se beneficien la mayoría de los seres sintientes.

Cada uno de nosotros tiene en su mano un manojo de semillas, no nos vayamos de aquí con los puños cerrados. Cada acto de generosidad que ejercemos germina en una abundancia de la que todos nos enriquecemos.

¿Te preguntas cada día si eres cada vez más consciente de hacia dónde está galopando tu caballo?