Volver al sitio

Aprender a domar la Mente

Por Corina Valdano

12 de marzo de 2020

¿Cómo domar una Mente Desbocada?

Sin duda, Buda fué el psicólogo más inteligente que jamás he leído. Hace más de dos mil quinientos años atrás enseñaba a las personas a conocer su mente para que ellos puedan comprenderse mejor a sí mismos. No fue un dios ni un mesías, fue un hombre sabio con una afilada perspicacia y conocimiento profundo de la naturaleza humana.

Buda describió la mente humana como repleta de monos borrachos saltando de un lado a otro, incansables, excitados y parloteando sin parar.

Todos los seres humanos tenemos, lo que en el budismo le llaman, una "Mente de Mono".

Cada uno atestigua a diario cómo su mente está atiborrada de monos saltando de rama en rama, de pensamientos enloquecidos que se superponen unos tras otros, todos clamando nuestra atención. Algunos se dirigen hacia un futuro incierto, otros repasan acciones pasadas o arrepentimientos. Todos estos contenidos atiborrados distraen nuestra atención del momento presente, nos vuelven personas más erráticas, dispersas, aturdidas y estresadas.

Esa perdida de claridad reduce nuestra capacidad para tomar decisiones lúcidas e inteligentes. En este estado la mente se parece a un caballo desbocado sin jinete. Los impulsos arremeten, las emociones nos asaltan y no hay nadie que “mande en casa”. De repente, nos encontramos consumiendo lo que nos daña, actuando impulsivamente y haciendo lo que una y mil veces nos prometimos dejar de hacer.

La mente se parece a un caballo desbocado sin jinete. Los impulsos arremeten, las emociones nos asaltan y no hay nadie que “mande en casa”.

Sometidos por la virulencia de una mente indomable, nos dejamos avasallar por ella y en lugar de “contar con” la virtud de la razón y la energía de la emoción, padecemos los efectos de los impulsos que se imponen con una fuerza descomunal.

La ansiedad, el miedo, la ira, la frustración y las preocupaciones nos gritan y actuamos bajo su mandato sin discernir si nos perjudican o nos benefician, si es apropiado o inoportuno a las circunstancias.

La enseñanza de Buda

Buda reveló una manera de domar a esta mente de mono. Enseñó que no es oponiendo resistencia que podemos sosegar este caos interior sino meditando y haciendo espacio para que en ese vacío podamos hacer pie y observar los contenidos sin dejarnos tragar por su intensidad. Desde allí podremos anoticiarnos que no somos todo miedo, toda ira, toda preocupación. Reconoceremos que esas emociones habitan en nuestro interior junto con la valentía, la serenidad y la confianza. Esta combinación, suaviza el arrojo de las emociones y los pensamientos en estado crudo y aislado.

Es inútil luchar con los monos o tratar de expulsarlos de nuestra mente porque, como todos sabemos, “aquello que resistimos, tiende a persistir”. La estrategia es pasar algún tiempo cada día en estado de meditación tranquila. Nuestra mente tiende a calmarse al concentrarnos en nuestra respiración o en un simple mantra. Si hacemos de la meditación un hábito, con el tiempo podremos domar a los monos embriagados. No dejaran de estar, no es ese el propósito de meditar. Pero sí se volverán más dóciles, mansos y pacíficos si los adiestramos amorosamente con una práctica constante de meditación.

Sin duda, Buda estaba en lo cierto. La meditación es una maravillosa manera de aquietar las voces de los miedos, de la ansiedad, de la preocupación y de otras tantas vociferaciones que nos incomodan y nos molestan. Sin embargo, nada acontece como producto del azar o de la magia. Una mente lúcida y pacífica es una mente entrenada. Así como la musculación del cuerpo requiere constancia, la de la mente exige disciplina y perseverancia. Cuanto más entrenada está, más fácil será nuestra capacidad para surfear las bravas olas de nuestra marea mental.

No puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfearlas. Jon Kabat-Zinn

¿Con qué mente das forma a tu vida?

Aprender a manejar nuestra mente sin duda cambia drásticamente nuestro destino. Las consecuencias de las decisiones que tomamos en la vida serán muy distintas si nacen de una mente clara y consciente que si emergen de una mente arrebatada e impulsiva.

Domar nuestra mente nos permite decir que no a lo que nos daña, no ceder a las tentaciones más arcaicas que nos alejan de una vida virtuosa y provechosa. Cuantas personas desperdician su tiempo vital y su potencial por no poder decirle que no a las sustancias, a las personas tóxicas, a los cantos de sirena que suelen aconsejar mal.

Una mente domada no es aquella que está todo el tiempo en estado de calma sino aquella que cuenta con la habilidad de ponerse por encima de la tempestad y observar cual es la manera más apropiada de actuar.

Todos los seres humanos tenemos el potencial para lograr dominar nuestra mente. Llegar a ese estado requiere de una preparación previa y de un estilo de vida que lo hago posible. No podemos vivir de una forma azarosa e imprevisible y esperar que ese estilo de vida nos conduzca a la mesura y a la templanza.

La meditación, tiene como objetivo ir moldeando la mente para que sea más resistente y eficaz ante las tormentas emocionales. No necesitamos convertirnos en monjes budistas, basta con reservarnos diez minutos diarios para concentrarnos en la respiración y tomar más consciencia de nosotros mismos, de lo que se mueve en nuestro interior. Esto incrementa nuestra sensación de autodominio y les quita fuerzas a las reacciones impulsivas.

Una mente disciplinada conduce a la felicidad. Una mente indisciplinada lleva al sufrimiento. Dalai Lama.

Mantener la calma en momentos difíciles solo es posible cuando hemos entrenado nuestra mente previamente. Un secreto budista que se suma al hábito de la meditación cotidiana es aprender a esperar aproximadamente diez minutos antes de actuar en situaciones arduas. Esta pausa multiplica por diez las posibilidades de ofrecer una respuesta más acertada a la situación.

El impacto que tiene en nuestra autoestima la experiencia de autodominio y de sentirnos dueños de sí, es increíble y muy heroica. Nos da confianza, seguridad y nos empodera para transitar la vida con más calma y serenidad. No porque todo vaya a estar bien o este bajo control sino por la certeza de contar con una mente entrenada que jugará a nuestro favor porque aprendimos a tenerla como “aliada” en cualquiera sean las circunstancias.