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Sapo de otro pozo. ¿Cuál es mi pozo?

Por Corina Valdano

28 de mayo de 2017

Hoy quiero hablarles a aquellas personas que “no encajan” en el puzle del que todos participan. Que no se divierten con lo que todos ríen, que no se motivan con lo que la mayoría ansía. Que no los aflige lo que a muchos entristece. Que los abruma lo que a otros fortalece y que les indigna lo que apenas los demás advierten.

El sentirse “fuera” del adentro en el que la mayoría está les genera enorme dolor, a la vez que contradicción. Puesto que quisieran ser parte, pero a la vez los conmueve el alivio de sentirse fuera.

Estos “sapos de otro pozo” padecen el síndrome del “no lugar”. Si no han hecho un trabajo personal de aceptación, sufren en silencio por sentirse diferentes. O bien recortan partes de sí para entrar en un molde que les da forma al mismo tiempo que los agobia.

Buscadores de sentido, se preguntan lo que pocos se detienen a reflexionar. Gozan de una sensibilidad mayor y tiene una lucidez para ver un poco más allá de lo aparente y superficial. Se preguntan ¿Para qué? y no tanto ¿Por qué?

Son observadores de la vida, reflexivos del devenir, analíticos de la existencia. Esta “sensibilidad” los aísla. Los sumerge en un sentimiento de incomprensión que hace que se sientan ajenos a la muchedumbre. Pueden sentirse extraños y ganar antipatías por no responder a lo que se supone debería ser.

No pueden bailar al ritmo de la canción que todos danzan. No se trata de un mero acto de rebeldía u oposición sino de una imposibilidad de coordinar la música interior con los sonidos del exterior. No se esmeran por mostrarse distintos, son silenciosos y cautelosos. Esto los diferencia de las personas excéntricas que se esmeran en hacer notar sus diferencias, con una actitud de rebeldía casi agresiva. Las personas de las que les hablo, son introvertidas (vertidas hacia dentro) y su mundo interior es inmensamente rico, pero a la vez confuso y agotador. Les demanda una enorme energía lidiar con esa voluminosa complejidad psíquica. Es por ello que el silencio y la soledad elegida los reconforta y alivia.

Son personas intensas: sienten intensamente, se apasionan intensamente, se emocionan intensamente, padecen intensamente y aman con igual profundidad.

El inconveniente es que tanta vehemencia quema y si esa energía no es encauzada saludablemente, puede recorrer tres caminos: 

  1. Que ese caudal energético bloquee la energía vital de la persona y se paralice no pudiendo avanzar. Por no querer marchar en dirección hacia donde todos van, se detiene en el lugar en donde está.
  2. Que disgustada y ajena a lo que observa se sumerja en un sentimiento de indignación inútil, que solo lamenta, pero no transforma. Se vuelven críticas y enjuiciadoras.
  3. Que esa energía que no encuentra cauce se vuelva contra su persona y lesione en si misma lo que rechaza del afuera. Muchas patologías de la época tienen su raíz en esta honda sensibilidad. Esta agresividad contra sí misma, se ve reforzada por su sentimiento de inadecuación.

Ahora bien, las personas que viven su sensibilidad con dolor y sentimientos de enajenación, tienen más posibilidades de enfermarse que de empoderarse. A estas personas les diría que: no es lo mismo ser profunda que “venirse abajo”. El trabajo será “hacer píe” en la profundidad y resurgir con dignidad, sin sentir vergüenza de la propia singularidad.

Cuando eso acontece, cuando la madurez emocional florece y acompasa esa complejidad, estas personas pueden identificar su sensibilidad como vigorosa fortaleza y no como debilidad. Quizás sean los mismos seres sintientes de algunas de las tres vertientes anteriores, pero en momentos distintos de su vida. Han logrado moderar el horno de su intensidad emocional y se han cocido a fuego lento sin dejarse arrebatar. Aquí es cuando tienen algo que aportar, cuando la resignación cede paso a la acción y son capaces de salir de su guarida y hacer lo propio sin buscar aprobación ni demandar inclusión.

No reniegan de sentirse distintos porque ya no les interesa pertenecer sino SER. Asumen sus convicciones y las materializan en sus acciones: difunden una causa, alientan valores, transmiten ideas, se comprometen con cuerpo y alma.

Si “resuenas” con estas palabras, te aliento a trabajar sobre vos, para que de esa aceptación emerja tu más bella “Esencia” en toda su manifestación. No te recortes, no podes las ramas del hermoso árbol de tu SER en busca de “parecer y pertenecer”. Deja que brote lo mejor de ti y aprende a ser el mejor jardinero de tu jardín. No hay nada extraño en ti, vive la vida que quieras vivir. Difunde tus valores, canta tu canción…sé el mejor autor de tu propio guion.

Psicóloga Corina Valdano.