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¿Cual de estos cuatro estilos de apegos es el tuyo?

Por Corina Valdano

23 de abril de 2020

La importancia de nuestro estilo de apego en nuestras relaciones de pareja.

Nuestro estilo de apego se forma muy temprano en la vida y está basado en la manera en como nos vinculamos (ya desde el vientre) con nuestros primeros cuidadores. La calidad de este vínculo marcará de forma rotunda la manera cómo nos relacionamos con nuestros vínculos más cercanos, sobre todo al momento de formar pareja y sostenerla.

Identificar nuestro estilo de apego, nos permite estar atentos a no malograr nuestras relaciones actuales por traumas o dificultades que nos marcaron en la infancia.

Los estilos de apego son cuatro y cada uno de ellos determina una manera particular de pensar, de sentir y de actuar en nuestras relaciones. Veamos en detalle cada uno de ellos.

Apego Seguro

Cuando una persona tiene un estilo de apego seguro, transita su relación de pareja de manera confiada y relajada. Se siente cómoda con su autonomía y deja que su pareja tenga su independencia. Sabe cuándo buscar apoyo y ofrece contención cuando su pareja está angustiada. Este estilo vincular no significa que todo irá viento en popa. Las personas que se relacionan bajo esta dinámica de relación resuelven los conflictos y los desacuerdos con madurez emocional. La diferencia no está en si discuten o no sino en “cómo” discuten, en los términos en que se tratan mutuamente. Pueden hablar acerca de lo que piensan y sienten y darse espacio cuando lo necesitan. Se demuestran abiertamente el amor, hay seguridad afectiva y reciprocidad.

Este estilo vincular es el "esperable" y más saludable. Se forja cuando los padres proporcionan una “base segura”. Esto significa que, el niñ@, aunque está feliz de estar con mamá y papá, también se siente lo suficientemente confiado para “salir” a explorar el mundo por su cuenta. Sabe que puede tomar cierta distancia y que, al regresar, mamá y papá estarán allí física y sobretodo, afectivamente. Su primera experiencia de vínculo es “segura”, firme y estable.

Los niñ@s crecen de esta manera cuando sus padres son personas unidas de manera segura y cuando usan un estilo de crianza sólido y consistente, lo que significa que son involucrados y firmes, pero también cálidos y permiten la independencia. Es por eso por lo que, poner límites y sostener la palabra, es tan importante. Los niñ@s se sienten “vistos” y seguros con pautas claras.

Poner límites y sostener la palabra es muy importante. Los niñ@s se sienten "vist@s" y segur@s con pautas claras.

Distante-Evitativo

Cuando una persona sostiene este estilo vincular, no se siente cómoda con la intimidad emocional y tiende a alejarse de los demás ante la mínima herida o señal de rechazo. Les cuesta “sentirse cerca” y generar relaciones de confianza. Tienden a ser personas emocionalmente independientes, quizás demasiado. Se sienten orgullosas de no necesitar de nadie. Suelen tener relaciones “románticas” intensas al comienzo pero carentes de real profundidad. Son hábiles para deshacerse de las personas con las que se envuelven cuando se dan cuenta que están pasando más del tiempo necesario o la relación les huele más honda de lo que son capaces de sostener.

El estilo distante-evitativo es comprensible ya que está asociado a haber tenido padres negligentes o ausentes y haber sufrido situaciones de rechazo, explícitas o implícitas. Pueden haber padecido también experiencias de rechazo en su primer contacto con grupos de pares.

Lo cierto es que, aunque no puedan generar intimidad en sus relaciones, no significa que realmente no quieran lograrlo. Incluso las personas más esquivas y despectivas se sienten más felices y mejores consigo mismas cuando son aceptadas y tienen relaciones significativas con los demás.

Incluso las personas más esquivas y despectivas se sienten más felices y mejores consigo mismas cuando son aceptadas y tienen relaciones significativas​.

El Estilo Ansioso-Preocupado

Las personas que se relacionan bajo esta dinámica vincular inician sus relaciones de manera muy efusiva. A los pocos días de conocer a una persona, la sienten como “el amor de su vida” y ponen todas sus energías y expectativas en esa relación. A modo de visión de túnel, pierden de vista otros intereses y todo su universo gira en torno a su incipiente relación. Si la relación prospera, necesitan continuo reaseguro afectivo de sus parejas. Buscan permanentemente proximidad e intimidad. Pueden resultar invasivas, intensas y demasiado demandantes. Debido a sus inseguridades, suelen ser muy celosas y posesivas con sus parejas. Ejercen tal control que terminan “sofocando” la relación y agotando al otro por sus continuas demandas. Debido a los niveles tan elevados de ansiedad, las personas con este estilo vincular, realmente la pasan mal. Dudan todo el tiempo de ser amados, se sienten dependientes y temen ser abandonados. Esta situación se refuerza cuando la persona a la que están apegada demuestra poco interés o se muestra muy confiada o segura de sí misma.

Este estilo de apego está asociado a una crianza percibida como fastidiosa, incoherente e insegura. Sus cuidadores suelen mirar en pro de su propia conveniencia, no la del niñ@.

Experimentan ansiedad de separación. Por lo cual, los niñ@s suelen mantenerse cerca de su figura de apego por temor a su ausencia, que suelen experimentar como abandono. Esta tensión les quita atención y energía para explorar su entorno. Se muestran muy dependientes. No son niñ@s fáciles de tranquilizar.

Estilo Desorganizado

Esta dinámica vincular combina el estilo evitativo y el estilo ansioso. La persona suele sentirse confundida y transmite continuamente mensajes contradictorios. Busca alejarse y a la vez anhela más conexión con su objeto de amor. Temen confiar plenamente en los demás y, sin embargo, necesitan aprobación y validación. A menudo niegan sus sentimientos o son reacios a expresarlos. Al mismo tiempo, son más celosos y tienden a percibir una mayor amenaza de posibles rivales románticos.

Las personas bajo la influencia de este estilo vincular generalmente han experimentado pérdidas o traumas. Por ejemplo, los niñ@s que crecen con progenitores que sufren adicciones, o son figuras de autoridad intrusivas o insensibles, tienen más probabilidades de desarrollar esta modalidad de relación. Esto tiene sentido porque viven en un entorno donde la seguridad y la cercanía no están garantizadas. Un ambiente imprevisible genera incertidumbre y confusión, no sabiendo el niñ@ si alejarse o acercarse a su figura de autoridad. La paradoja es que la persona que debería cuidar, daña. El niñ@ confunde cercanía y afecto con dolor y sufrimiento.

¿Qué es lo propio y qué es lo ajeno?

Reconocer lo propio y diferenciarlo de lo ajeno, nos previene de caer en excesos y culpar a los demás de nuestras propias imposibilidades y carencias. Cuando en diferentes parejas repetimos siempre el mismo patrón, lo mejor es pausar y ponernos a trabajar en nosotros mismos.

Sólo cuando logramos sentirnos seguros y confiados, dignos de ser amados, amadas… podemos recién entonces entablar relaciones sanas.

Cuanto más conscientes seamos de nuestras heridas y nuestras zonas más blandas, cuanto más podamos mirarlas de frente sin negarlas, mejor podremos resignificarlas y sacarles el poder que ejercen desde nuestro inconsciente. Podemos comenzar a elegir cómo relacionarnos cuando dejamos de reaccionar desde nuestro instinto de supervivencia y de desesperación por no sentirnos suficientes ni dignos de amor.

Cuanto más conscientes seamos de nuestras heridas y de nuestras zonas más blandas, cuanto más podamos mirarlas de frente sin negarlas, mejor podremos re-significarlas y sacarles el poder que ejercen desde nuestro inconsciente​.

 

Re-actualizarnos y re-conocernos como seres íntegros y enteros, nos previene de sentirnos carentes y necesitados de prótesis que nos completen