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¡Agotados! La fatiga emocional

Por Corina Valdano

28 de mayo de 2017

Ir y venir, correr y seguir… El ritmo de vida que llevamos hace que nos detengamos muy poco a preguntarnos: ¿Cómo nos sentimos? ¿Qué se mueve en nuestro interior? Nos angustiamos, sentimos cansancio, pero…hay tiempos que cumplir, hay muchas cosas por hacer. Sin embargo, lo que pateamos para adelante lo volvemos a encontrar y lo que no queremos mirar, de repente se presenta con la contundencia que quiebra el velo de la ilusión de la transitoria negación.

Así vamos ciegamente por la vida, “digiriendo” como podemos lo que vamos viviendo. La cultura nos ofrece analgésicos para el malestar emocional: carteras y zapatos de oferta, hamburguesas de tres pisos, ansiolíticos al alcance de la mano, revistas y programas para poner la mente en “off” y un etcétera tan largo como alcance nuestra imaginación.

La fatiga emocional se instala como consecuencia de esta manera tan apresurada e inconsciente de vivir. Se manifiesta como un cansancio excesivo que combina síntomas de ansiedad, depresión y estrés. Este agotamiento se produce por una saturación de emociones que acaban desbordando la capacidad del aparto psíquico para procesar sus contenidos. El concepto de “masa crítica” ayuda a comprender esta manifestación. Esta noción deriva de la física y aplicado a la psicología refiere a “una cantidad de eventos necesarios que sumados dan lugar a un determinado fenómeno emocional”. El saber popular diría: “La gota que colma el vaso…”.

Así una persona puede de repente sentirse extenuada o entrar en crisis ante un determinado estímulo. Sin embargo, para que esa circunstancia tenga el suficiente peso debe combinarse con otras que le anteceden pero que fueron minimizadas, subestimadas, reprimidas, postergadas y hasta enterradas.

Los sentimientos de incomprensión, las carencias afectivas, las emociones contenidas, las desilusiones no gestionadas, las frustraciones reiterativas van alimentando un malestar emocional silencioso que de repente logra ex/presarse (salirse de preso). Allí es cuando al tomar conciencia podemos:

  • Reforzar la dosis de analgésicos culturales para los dolores del alma.
  • Echar las culpas fuera.
  • O bien, detener la marcha, pausar la vida y mirarnos de frente…

La última opción nos vuelve adultos emocionales. Ser un adulto emocional es ser capaz de reconocer las propias emociones y gestionarlas de un modo funcional, sin auto-maltrato ni daños a terceros.

La tarea intransferible y fundamental para no caer en estados de fatiga emocional consta de tres etapas que ayudan a ir “drenando” y alivianando la psiquis.

Es nuestra responsabilidad ir “haciendo espacio” para que lo nuevo acontezca y lo viejo circule. Se trata de oxigenar lo suficiente para que podamos respirar con más expansión y no nos intoxicarnos por acumulación de emociones enquistadas.

 

Tres instancias fundamentales para no caer en estados de fatiga emocional:

 

1)- En primer lugar, será necesario “darnos cuenta” de que tenemos un cuerpo y que necesita ser atendido, de que la mente está de a ratos galopando y debemos traerla con amabilidad al tiempo presente y a las sensaciones que estamos experimentando. Además, “darnos tiempo” para preguntarnos: ¿si estamos agitados? ¿Ansiosos? ¿Pesimistas? ¿Aletargados?

 

2)- Comprender nuestras emociones: admitirlas sin juzgarlas como buenas o malas. Escuchar el mensaje que nos traen, la información de nuestro interior respecto a cómo estamos viviendo, cómo nos estamos relacionamos, con quiénes y qué nos pasa en esas circunstancias. Si valoramos esa información podremos tomar decisiones que contemplen el sentir además del pensar racional, tan reforzado en la educación occidental. Ambas dos: razón y emoción deben integrarse y considerarse.

 

3)- Gestionarlas adecuadamente: las emociones recorren un circuito de intensidad que si les permitimos su libre circulación van auto-regulándose desde la plena conciencia. Debemos ser como pastores acompañando el rebaño. Darles libre circulación no significa darle libre actuación. Es bueno marcar esa diferencia ya que suele confundirse… ¿verdad? Solo luego de observarlas y comprenderlas podemos elegir desde la conciencia de sí los canales más funcionales y saludables de expresarlas.

Ya sabes, no se trata de ir más rápido sino más consciente. Solo así lograremos andar por la vida lo suficientemente lucidos y despiertos para evitar el agotamiento innecesario.

Andar ligeros de cargas emocionales nos provee de una energía adicional que quedará disponible para el logro de metas y satisfacciones acordes a nuestras más sinceras motivaciones.

Psicóloga Corina Valdano.